El 18 de abril de 1587, el historiador protestante inglés John Foxe falleció a la edad de 71 años. Foxe es célebre principalmente por su obra «Actes and Monuments of Matters Happenning to the Church», conocida comúnmente como el “Libro de los Mártires de Foxe”.
Esta obra es fundamental no solo en la historiografía religiosa, sino también en el estudio de la persecución de los protestantes bajo los reinados católicos en Inglaterra, especialmente bajo María I, conocida como María la Sanguinaria.
La obra de Foxe se publicó por primera vez en 1563 y tuvo varias ediciones posteriores, expandiéndose en cada versión.
“Actes and Monuments” fue innovadora no solo por su contenido, sino también por su enfoque. Foxe compiló exhaustivamente relatos de mártires protestantes que habían sufrido y, en muchos casos, muerto por sus creencias.
Estos relatos no solo buscaban documentar los hechos, sino también inspirar y consolidar la fe protestante en un periodo donde la religión estaba intrínsecamente ligada a la política y al poder.
El “Libro de los Mártires” de Foxe, con su detallada narración de juicios, torturas y ejecuciones, se convirtió en una obra de gran influencia en la Inglaterra protestante.
Su lectura era común en los hogares protestantes y servía tanto como herramienta de devoción como de propaganda, fortaleciendo la identidad religiosa en contraposición al catolicismo romano.
Además de su impacto religioso y cultural, la obra de Foxe es un valioso documento histórico. A través de sus páginas, se puede rastrear no solo la evolución de la Reforma en Inglaterra, sino también entender las dinámicas de poder y las tensiones religiosas de la época.
Aunque modernamente algunos críticos han señalado que Foxe pudo haber exagerado algunos relatos para enfatizar el martirio y la virtud de los protestantes, su trabajo sigue siendo una fuente crucial para entender el periodo.
La muerte de John Foxe en 1587 no disminuyó la relevancia de su obra. Por el contrario, “Actes and Monuments” continuó reeditándose y leyéndose ampliamente, consolidándose como un texto clave en la memoria colectiva protestante.
El legado de Foxe, por tanto, no se limita a su contribución literaria, sino también a su impacto perdurable en la identidad y la historiografía protestante.
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