John Newton

El 3 de septiembre de 1776, John Newton, un clérigo anglicano y escritor de himnos conocido por haber compuesto el célebre himno «Amazing Grace» (Sublime Gracia), escribió una carta en la que expresó profundamente su fe y su devoción a Cristo.

En esa carta, Newton compartió una reflexión sobre el amor que sentía por Cristo, describiéndolo como «una chispa tenue y débil». A pesar de su aparente debilidad, Newton reconocía que este amor era, en última instancia, una emanación de Cristo mismo: «Él lo encendió y Él lo mantiene vivo«, afirmó.

Esta declaración refleja no solo la humildad de Newton ante su propia incapacidad para amar a Dios con la fuerza que él deseaba, sino también su completa confianza en la soberanía y la gracia de Cristo para sostener y preservar ese amor.

John Newton es una figura que, debido a su historia de vida, encarna de manera muy profunda el concepto de la gracia divina. Antes de convertirse en ministro anglicano, Newton fue capitán de un barco de esclavos, y su conversión al cristianismo marcó un cambio radical en su vida.

Después de su conversión, Newton se dedicó al ministerio y a la composición de himnos, pero siempre se consideró indigno del amor y la gracia de Dios debido a su pasado.

En la carta escrita el 3 de septiembre de 1776, Newton pone en palabras una de las tensiones centrales de la vida cristiana: el contraste entre la debilidad humana y el poder y la fidelidad de Cristo. Newton reconoce que su amor por Cristo no es fuerte ni constante por sí mismo; es solo «una chispa tenue y débil».

Esta descripción refleja una verdad que muchos cristianos experimentan: la lucha con la fragilidad de su fe y devoción en medio de las dificultades y distracciones de la vida diaria.

Sin embargo, Newton no se queda en la confesión de su debilidad. La frase clave de su reflexión es que este amor, por débil que sea, es «una emanación de Él mismo». Con esto, Newton subraya que cualquier amor que un creyente pueda tener por Cristo no es originado por el propio creyente, sino por Cristo mismo.

Es Cristo quien enciende este amor en el corazón de sus seguidores, y es también Cristo quien lo mantiene vivo.

Newton continúa diciendo que «porque es su obra, confío en que muchas aguas no lo apagarán«. Esta referencia a «muchas aguas» es una alusión al Cantar de los Cantares 8:7, que dice: «Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos«.

En ese contexto, Newton expresa su confianza en que, aunque su amor por Cristo sea débil, no será destruido por las dificultades o tentaciones de la vida, porque es Cristo mismo quien lo sostiene.

Este es un testimonio poderoso de la gracia sustentadora de Dios, que es capaz de preservar a sus hijos en la fe, incluso en medio de las pruebas más severas.

Las palabras de John Newton resuenan profundamente en la teología cristiana, especialmente en la tradición reformada, que enfatiza la soberanía de Dios en la salvación y la perseverancia de los santos.

La declaración de Newton es un recordatorio de que la salvación y la capacidad de amar a Dios no dependen de la fuerza humana, sino de la obra continua de Cristo en la vida del creyente.

Este concepto es especialmente relevante cuando se considera el pasado de Newton. Como alguien que había estado involucrado en el comercio de esclavos, Newton se veía a sí mismo como un gran pecador, pero fue precisamente este reconocimiento de su pecado lo que lo llevó a una comprensión más profunda de la gracia.

Su himno «Amazing Grace» es un testimonio de cómo la gracia de Dios puede transformar incluso al pecador más vil, y esta carta refleja el mismo entendimiento: que cualquier bien que exista en un creyente, incluido el amor por Cristo, es el resultado de la obra de Dios y no del esfuerzo humano.

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La carta de John Newton del 3 de septiembre de 1776 es una reflexión conmovedora sobre la naturaleza del amor por Cristo.

Reconociendo su propia debilidad y la fragilidad de su devoción, Newton señala que su amor por Cristo es, en última instancia, un regalo de Cristo mismo.

Es Cristo quien enciende este amor y quien lo mantiene vivo, asegurando que las «muchas aguas» de las pruebas y las dificultades no lo extinguirán.

Este mensaje es un recordatorio poderoso de la gracia de Dios, que sostiene y preserva a los creyentes, no por su propia fuerza, sino por el poder y la fidelidad de Cristo.

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