“Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo.” Mateo 13:44 (RVR1960)
Este versículo es una de las parábolas del reino que nuestro Señor Jesucristo enseñó a sus discípulos. La exégesis de este pasaje nos muestra el valor incomparable del reino de los cielos y cómo aquellos que lo descubren están dispuestos a sacrificarlo todo para asegurarlo.
Aquí, el «tesoro» simboliza el valor supremo del reino de Dios, algo tan precioso que vale más que cualquier riqueza o posesión terrenal.
El hecho de que el hombre venda todo lo que tiene para comprar el campo subraya la disposición a renunciar a todo lo demás por algo que tiene un valor eterno.
Al analizar palabra por palabra en este versículo, comenzamos con “tesoro” (thesaurós en griego), que se refiere a algo de gran valor, no solo material sino espiritual. En el contexto de la mayordomía financiera, este término nos recuerda que las verdaderas riquezas no son las terrenales, sino aquellas que pertenecen al reino de Dios.
Como administradores de los recursos que el Señor nos confía, debemos enfocarnos en invertir en lo que tiene valor eterno, como la obra del evangelio y el bienestar de otros, más que en acumular bienes materiales para nosotros mismos.
La palabra “escondido” (kekrymmenon en griego) denota algo que está oculto o no fácilmente visible. Esto nos enseña que las riquezas espirituales y el verdadero valor del reino de Dios no siempre son aparentes a simple vista.
Como siervos de Cristo, debemos buscar con diligencia y discernimiento lo que es verdaderamente valioso, evitando ser atraídos por el brillo superficial de las riquezas terrenales. Este principio se apoya en Colosenses 3:2, que nos exhorta a poner nuestra mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.
“Halla” (heúrisko en griego) implica un descubrimiento intencional, como resultado de una búsqueda. Esto nos enseña que, como mayordomos, debemos estar activamente involucrados en la búsqueda de la sabiduría y las oportunidades que el Señor nos presenta para invertir en Su reino. No es suficiente con simplemente conocer el valor del reino; debemos encontrar maneras de aplicar ese conocimiento en nuestras decisiones financieras diarias.
“Esconde” (kryptein en griego) en este contexto refleja la acción de proteger o asegurar algo de gran valor. Para nosotros, como ministros de Cristo, esto puede implicar que debemos proteger y administrar cuidadosamente los recursos que Dios nos ha dado, sabiendo que estamos siendo responsables de algo que pertenece al Señor y no a nosotros mismos.
“Gozoso” (cháiras en griego) es una palabra que expresa una alegría profunda y verdadera. La decisión del hombre de vender todo lo que tiene no es tomada con pesar, sino con alegría, sabiendo que lo que está ganando es infinitamente más valioso.
Como esclavos voluntarios de Cristo, debemos manejar nuestras finanzas con un corazón lleno de gozo, sabiendo que al hacerlo estamos participando en algo que tiene un impacto eterno.
“Va” (poreúetai en griego) y “vende” (pōléin en griego) describen acciones decididas y sacrificiales. El hombre no duda en tomar acción para asegurar el tesoro. Para nosotros, esto significa que debemos estar dispuestos a hacer sacrificios en nuestras vidas financieras, a veces renunciando a comodidades temporales para invertir en lo que realmente importa en el reino de Dios.
Finalmente, “compra” (agorázei en griego) y “campo” (agrós en griego) muestran la culminación del sacrificio con la adquisición de algo de mayor valor. El campo representa el reino de Dios, el cual adquirimos no con dinero, sino con la entrega total de nuestras vidas y recursos al servicio del Señor. Esto nos enseña que nuestras inversiones en el reino son las más seguras y valiosas, pues están garantizadas por el propio Dios.
Un ejemplo práctico de este principio podría ser un cristiano que decide vender una propiedad valiosa para financiar un ministerio misionero o una obra de caridad.
Aunque renunciar a un activo tan valioso podría parecer una pérdida desde una perspectiva terrenal, este creyente lo hace con gozo, sabiendo que está invirtiendo en algo de valor eterno que glorifica a Dios.
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En resumen, este versículo nos enseña que las decisiones financieras deben ser guiadas por un entendimiento claro del valor supremo del reino de Dios.
Debemos estar dispuestos a hacer sacrificios con gozo, sabiendo que al hacerlo estamos invirtiendo en las verdaderas riquezas que el Señor nos ha confiado.
Al aplicar estos principios en nuestra vida diaria, podemos manejar nuestras finanzas de manera que honre a Dios y refleje nuestra esperanza en Su reino eterno.
Como se nos recuerda en 1ª Timoteo 6:18-19: «Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos, atesorando para sí buen fundamento para lo porvenir, que echen mano de la vida eterna».
Así, nuestras finanzas y decisiones reflejarán nuestra verdadera herencia en Cristo, y no en este mundo pasajero.
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