Juguetes de Adultos

El niño que juega con juguetes y sabe algo más grande que los juguetes es una representación de la inocencia, la imaginación y la trascendencia que muchas veces se pierde en la vida adulta. Para este niño, los juguetes son herramientas de juego, objetos que ocupan un espacio en su mundo, pero que no definen su realidad ni agotan su significado de la vida. En su simplicidad, el niño intuye que hay algo más grande, algo que no puede ser contenido en las figuras de plástico, en los bloques de madera o en los vehículos de juguete. Este «algo más grande» no necesariamente tiene una forma definida, pero representa un sentido innato de que la vida es más profunda, más rica y más significativa de lo que los objetos materiales pueden ofrecer.

Por otro lado, el adulto que toma sus «juguetes de adultos» con la máxima seriedad está atrapado en una perspectiva limitada. Estos «juguetes de adultos» podrían ser los logros materiales, el dinero, el prestigio social, el poder o cualquier símbolo de éxito que define el mundo adulto. Para este adulto, estas cosas no son simplemente herramientas o medios, sino fines en sí mismos. La seriedad con la que aborda estas posesiones y logros refleja una desconexión de algo más trascendente. La vida, para este adulto, queda reducida a la acumulación, al mantenimiento y a la defensa de estas cosas, como si fueran las únicas realidades que importaran. Este adulto ha olvidado, o quizás nunca ha conocido, la libertad que proviene de ver más allá de lo inmediato, de lo tangible y de lo material, olvidándo lo espiritual.

El niño que sabe que hay algo más grande que los juguetes es, entonces, una amenaza para este tipo de adulto. Su juego, su despreocupación, su capacidad de disfrutar sin obsesionarse, cuestionan directamente la estructura de vida del adulto que se ha atado a sus «juguetes». El niño, con su intuición de lo trascendente, pone en evidencia la superficialidad de las prioridades del adulto. Es como si la presencia del niño recordara al adulto algo que ha perdido, algo que quizás ni siquiera sabe que extraña: una conexión con lo eterno, con lo inmaterial, con lo espiritual que es lo verdaderamente significativo.

Peter Kreeft, en esta observación, nos invita a reflexionar sobre nuestras prioridades y nuestra visión de la vida. ¿Estamos, como adultos, atrapados en la seriedad de nuestros propios «juguetes»? ¿Hemos olvidado que hay algo más grande que ellos? La vida adulta, con sus responsabilidades y preocupaciones, a menudo nos empuja a tomarnos las cosas demasiado en serio. Pero en esta seriedad, corremos el riesgo de perder el contacto con la libertad y la creatividad que caracterizan al niño que juega, al niño que sabe que hay más allá de lo visible.

Este pensamiento obviamente tiene implicaciones espirituales. El niño que juega con juguetes, pero sabe algo más grande, es un reflejo de la capacidad humana de intuir lo divino, lo eterno, lo trascendente. En la tradición cristiana, Jesús dijo que debemos ser como niños para entrar en el reino de los cielos. Esto no significa que debemos ser infantiles, sino que necesitamos recuperar esa capacidad de asombro, de humildad y de apertura hacia lo que no podemos controlar o poseer. El niño representa esa fe pura que no está contaminada por el cinismo ni la obsesión con lo material.

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En última instancia, esta reflexión nos invita a reevaluar cómo vivimos nuestras vidas. 

¿Estamos atrapados en la seriedad de los «juguetes de adultos«, creyendo que son el objetivo final de nuestra existencia? ¿O podemos, como el niño, jugar con ellos sin olvidar que hay algo más grande, algo más profundo que da sentido a todo lo demás? 

La cita de Kreeft (El niño que juega con juguetes y sabe algo más grande que los juguetes es una amenaza para el adulto que toma sus juguetes de adultos con la máxima seriedad porque no sabe de nada más grande); nos desafía a recordar que la vida no se trata solo de acumular, lograr o poseer, sino de conectar con algo que trasciende todo eso. 

Tal vez sea hora de volver a mirar el mundo con los ojos de un niño, de jugar con los juguetes de la vida sin perder de vista lo que realmente importa.

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