El 21 de noviembre de 1638 (Historia Moderna) marcó un momento decisivo en la historia de Escocia y de la Iglesia Reformada. En esta fecha, la Asamblea General de la Iglesia de Escocia, reunida en Glasgow, tomó la trascendental decisión de abolir el gobierno episcopal (es decir, el sistema de obispos) e instaurar el presbiterianismo como el sistema eclesiástico predominante.
Ese evento no solo transformó la estructura eclesiástica de Escocia, sino que también consolidó su identidad religiosa en un contexto de tensiones políticas, teológicas y sociales que sacudieron al Reino Unido en el siglo XVII.
El contexto histórico: conflicto religioso y político. El siglo XVII fue un período de gran agitación en Europa, caracterizado por conflictos religiosos y políticos que se manifestaron en luchas entre monarquías absolutistas y movimientos reformadores.
En el caso de Escocia, las tensiones se intensificaron bajo el reinado de Carlos I, quien buscó imponer una uniformidad religiosa en sus dominios —Inglaterra, Escocia e Irlanda— a través del fortalecimiento del episcopalismo y del Libro de Oración Común anglicano.
El intento de Carlos I de introducir reformas litúrgicas y episcopales en Escocia fue visto como una amenaza directa a la tradición reformada del país.
Los escoceses, firmemente comprometidos con las enseñanzas de la Reforma Protestante y el Calvinismo, consideraban estas reformas como un retroceso hacia el catolicismo y una violación de su autonomía eclesiástica.
En respuesta, los nobles, líderes eclesiásticos y fieles firmaron en 1638 el Pacto Nacional (National Covenant), un documento que reafirmaba la fe reformada y rechazaba las intervenciones reales en asuntos religiosos.
La Asamblea General de Glasgow. La Asamblea General de la Iglesia de Escocia se reunió en Glasgow en noviembre de 1638, con el propósito de abordar estas tensiones.
Fue la primera asamblea general legítimamente convocada en más de 20 años, dado que el sistema episcopal había centralizado el poder en los obispos, limitando la autoridad de los presbíteros y las congregaciones locales.
En la asamblea, los delegados rechazaron categóricamente las reformas impuestas por Carlos I y declararon que el gobierno episcopal era incompatible con las enseñanzas de la Biblia y la tradición reformada.
En su lugar, establecieron un sistema presbiteriano, basado en la igualdad de los ministros y en la participación activa de los ancianos en el gobierno de la iglesia.
Este sistema reflejaba las ideas calvinistas de gobierno eclesiástico, con una estructura jerárquica que iba desde las congregaciones locales hasta los presbiterios regionales y las asambleas generales.
La oposición al gobierno de Carlos I. La decisión de abolir el episcopalismo fue también una declaración política. Al rechazar la autoridad de los obispos, la Iglesia de Escocia desafiaba la influencia del rey, quien utilizaba el episcopalismo como un medio para controlar la religión y la política en Escocia.
Este acto de resistencia fue uno de los factores que llevaron a las Guerras de los Tres Reinos (1639-1651), un conflicto entre las fuerzas monárquicas y los movimientos reformadores en Inglaterra, Escocia e Irlanda.
La Asamblea General de Glasgow no solo restauró la autonomía de la Iglesia de Escocia, sino que también reforzó la identidad nacional y religiosa de Escocia como un país comprometido con el presbiterianismo y los ideales reformados.
Este sistema de gobierno eclesiástico se convirtió en un símbolo de la resistencia escocesa frente a la opresión política y religiosa.
El impacto del Presbiterianismo. El establecimiento del presbiterianismo en Escocia marcó una transformación significativa en la historia de la iglesia y de la nación.
A diferencia del sistema episcopal, que concentraba el poder en un número reducido de obispos, el presbiterianismo promovía una estructura descentralizada y participativa, en la que los ministros y ancianos gobernaban juntos bajo la soberanía de Cristo.
Este modelo reflejaba una visión teológica en la que la iglesia era vista como el cuerpo de Cristo, gobernado por Su Palabra y no por los dictados de los hombres.
En términos prácticos, el presbiterianismo fortaleció las comunidades locales, permitiendo que las decisiones eclesiásticas se tomaran a nivel de las congregaciones y los presbiterios.
Además, el sistema fomentó una ética de responsabilidad colectiva y un énfasis en la educación bíblica, que influyó profundamente en la cultura y el desarrollo de Escocia.
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De nuevo, el 21 de noviembre de 1638, la Asamblea General de la Iglesia de Escocia en Glasgow marcó el comienzo de una nueva era para la fe reformada en Escocia.
Al abolir el gobierno episcopal y establecer el presbiterianismo, los líderes escoceses reafirmaron su compromiso con la autoridad de las Escrituras y con la libertad eclesiástica frente a la interferencia política.
Este acto de valentía y fidelidad no solo consolidó la identidad religiosa de Escocia, sino que también dejó un legado que continúa influyendo en el cristianismo reformado hasta nuestros días.
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