Charles Spurgeon, predicador y teólogo del siglo XIX, señalaba sabiamente que “la mitad de nuestros temores surgen del descuido de la Biblia”. Esta observación resuena profundamente en el contexto de nuestras inseguridades financieras, tales como el temor a no contar con suficientes recursos para cubrir nuestras necesidades mensuales, quincenales o semanales.
La preocupación por el futuro financiero es una constante en la vida de muchos, pero, según Spurgeon, la raíz de este temor podría encontrarse en nuestra relación con la Escritura.
La Biblia, vista por muchos como un manual de vida, ofrece orientación extensiva no solo en asuntos espirituales sino también en la gestión de nuestras finanzas personales.
A través de sus páginas, se nos insta a adoptar principios financieros que no solo apuntan a la supervivencia, sino a alcanzar un estado de prosperidad.
La sabiduría contenida en la Biblia sobre el manejo del dinero y los recursos es atemporal y aplicable, independientemente de las circunstancias económicas actuales.
Para ilustrar este punto, basta con examinar las vidas de varias figuras bíblicas que personifican el éxito financiero y la bendición divina como resultado de su adherencia a los principios bíblicos.
Personajes como José, quien pasó de ser un esclavo a gobernador de Egipto, demostrando una excepcional habilidad para administrar recursos en tiempos de abundancia y escasez. Bajo su administración, Egipto no solo sobrevivió a siete años de hambre, sino que prosperó, gracias a su planificación y sabiduría financiera.
Otro ejemplo es Salomón, cuya riqueza y sabiduría fueron sin igual. Fue bendecido con riquezas y éxito no solo porque lo solicitó con humildad, sino también por su profundo respeto y seguimiento de las leyes y principios divinos. Salomón es recordado, entre otras cosas, por sus proverbiales consejos sobre el trabajo, la ahorro y la inversión inteligente.
Estos ejemplos bíblicos subrayan la importancia de aplicar los principios financieros divinos en nuestra vida. Aprender y poner en práctica estos principios puede transformar nuestra gestión financiera, llevándonos de la ansiedad y el temor a la confianza y la prosperidad.
Decidamos finalmente sumergirnos en el estudio de las Escrituras para descubrir y aplicar estos principios financieros, confiando en que, al hacerlo, podremos enfrentar el futuro con mayor seguridad y esperanza, y por sobretodo, ser siervos fieles del Señor Jesucristo.
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