Serie: Pastores Asalariados. La política partidista y la predicación bíblica son dos esferas que, en el contexto de la congregación local, deben mantenerse separadas para preservar la unidad y el propósito del cuerpo de Cristo. La política partidista se refiere a las actividades y acciones relacionadas con los partidos políticos, incluyendo la promoción de ideologías específicas y la búsqueda de poder político. Este tipo de política tiende a dividir a las personas según sus creencias partidistas, lo cual puede crear conflictos y fracturas dentro de la congregación.
Cristo Jesús mismo, cuando estuvo en la tierra, evitó involucrarse en cuestiones políticas directas, como se ve en Mateo 22:21, cuando dijo: «Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios«. Prefirió enfocarse en el Reino de Dios y en la transformación de corazones. Siguiendo Su ejemplo, los pastores y ancianos de la congregación tienen la responsabilidad de no usar los púlpitos, las escuelas dominicales, o las reuniones congregacionales para promover agendas políticas o respaldar ideologías partidistas.
El apóstol Pablo exhorta en 2ª Timoteo 2:4: «Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado«. Esta advertencia nos recuerda que nuestra misión es ser soldados de Cristo, enfocados en los asuntos eternos y no en las cuestiones mundanas. Traer la política partidista al púlpito no solo desvía la atención de la enseñanza bíblica, sino que también corre el riesgo de crear divisiones innecesarias en la congregación, lo cual es contrario al llamado a la unidad y a la edificación mutua.
De la misma manera, la política partidista en las escuelas dominicales y en otras reuniones de la congregación puede llevar a que los miembros se enfoquen en diferencias humanas en lugar de en su identidad común en Cristo. La congregación es el lugar donde todos, sin importar su contexto político, pueden unirse bajo la misma fe y ser edificados por la Palabra de Dios. Romanos 14:19 nos exhorta: «Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación«. La política tiende a crear fricción y conflicto, mientras que el Evangelio promueve la paz y la restauración.
No se trata de ignorar las realidades sociales y políticas que nos rodean, sino de entender que el púlpito no es el lugar adecuado para tratar estos temas partidistas. Los pastores, ancianos y maestros tienen el deber de cuidar del rebaño con la Palabra de Dios, no con ideologías que cambian y se desmoronan con el paso del tiempo. En cambio, debemos enseñar a la congregación a vivir vidas piadosas y responsables, influyendo positivamente en la sociedad sin ser absorbidos por las divisiones políticas. En Filipenses 3:20, Pablo nos recuerda que «nuestra ciudadanía está en los cielos«, lo cual debe ser el centro de nuestra identidad y predicación.
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Por lo tanto, la congregación debe ser un refugio donde los creyentes puedan encontrar paz, crecimiento espiritual y comunidad, sin ser perturbados por las diferencias políticas que el mundo promueve. Al mantener nuestras reuniones libres de discusiones partidistas, podremos enfocarnos en el verdadero propósito del Evangelio: proclamar a Cristo y edificarnos unos a otros en amor y verdad.
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