En el contexto bíblico, las ofrendas y los diezmos tienen propósitos y naturalezas distintos, lo cual es fundamental para comprender por qué —fijar un porcentaje específico— para las ofrendas puede distorsionar su verdadero propósito.
El diezmo en el Antiguo Testamento era una instrucción clara y específica. Consistía en dar el 10 % de los frutos de la tierra y del ganado a los levitas, quienes a su vez ofrecían una porción a Dios (Números 18:21-28).
Estos diezmos eran en gran medida en forma de alimentos y bebidas, destinados al sustento de los levitas, los sacerdotes, y también para los pobres en ciertas ocasiones.
En cambio, las ofrendas en el Nuevo Testamento tienen un carácter más voluntario y son expresión de gratitud y adoración a Dios.
Estas —no están limitadas a un porcentaje fijo— ni se restringen únicamente a bienes materiales como dinero, alimentos o bebidas.
Las ofrendas pueden incluir tiempo, talentos, hospitalidad, servicio y otros recursos, reflejando una devoción personal y un compromiso con la comunidad.
Ejemplos de esto pueden encontrarse en la generosidad de los primeros cristianos, quienes compartían todo lo que tenían (Hechos 2:44-45), y en las instrucciones de Pablo sobre la recolección de fondos para los necesitados, la cual debía hacerse según la prosperidad de cada uno (1ª Corintios 16:2).
Fijar un porcentaje específico para las ofrendas puede distorsionar su naturaleza por varias razones:
Reducción a un mero deber: Transformar la ofrenda en un requisito cuantitativo fijo podría reducir un acto de adoración voluntaria a una obligación, disminuyendo la sinceridad del gesto.
Limitación de la expresión de fe: Las ofrendas son una oportunidad para que los creyentes expresen su fe y confianza en Dios de maneras creativas y personalizadas. Imponer un porcentaje podría restringir esta expresión.
Foco equivocado: El énfasis debería estar en el corazón del oferente y su relación con Dios, no en cumplir con una cuota. Como menciona 2ª Corintios 9:7, cada uno debe dar según lo que ha decidido en su corazón, no de mala gana o por obligación, porque Dios ama al dador alegre.
Adaptabilidad y necesidades diversas: La capacidad de dar varía entre individuos y situaciones. Un porcentaje fijo no considera las circunstancias personales, las cuales pueden cambiar drásticamente, haciendo que la ofrenda sea una carga en lugar de un acto de adoración.
En resumen, mientras que los diezmos del Antiguo Testamento tenían un propósito específico y estructurado, las ofrendas del Nuevo Testamento son un reflejo de la relación personal y voluntaria con Dios, enfocadas en la generosidad que fluye de un corazón agradecido y comprometido.
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