Los Pobres no Diezmaban

Los pobres no estaban sujetos a la obligación de diezmar así que Jesús, proveniente de un contexto de pobreza, tampoco diezmó; el diezmo era una práctica específicamente destinada a las clases productoras de Israel, como los —agricultores y ganaderos— que obtenían ingresos directamente de la bendición de Dios sobre la tierra que trabajaban.

En contraste, los pobres, quienes no generaban este tipo de ingreso, recibían del diezmo en lugar de contribuir a él, bajo la ley mosaica, los diezmos se recogían de —los productos de la tierra y de los rebaños— y eran consumidos principalmente en festividades religiosas o distribuidos entre los levitas y los necesitados, incluyendo forasteros, huérfanos y viudas.

De nuevo, Jesús no participó en la práctica del diezmo tal como se describía en el Antiguo Testamento, al provenir de un entorno humilde y no ejercer como agricultor o ganadero, no se encontraba en la posición de los que tradicionalmente debían diezmar según la ley.

Además, Jesús y sus discípulos vivían de donaciones y del apoyo de sus seguidores, lo cual no encajaba en el sistema tradicional del diezmo agrícola.

Pasajes como Deuteronomio 14:28-29 y Levítico 25:35-37 instruyen sobre cómo tratar a los pobres y la distribución de ciertos diezmos, y Lucas 21:1-4, en donde Jesús elogia a la viuda su empatía para con los huérfanos y las viudas, y por lo tanto, la intención detrás de la ofrenda más más allá de sus fuerzas.

En el Nuevo Testamento, aunque no se menciona explícitamente que Jesús viviera de “ofrendas” en el sentido formal del diezmo del Antiguo Testamento, se registra que sí recibía apoyo de sus seguidores. Un ejemplo claro se encuentra en Lucas 8:1-3, donde se menciona cómo algunas mujeres ayudaban a Jesús y a sus discípulos con sus recursos: “… María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana mujer de Chuza, mayordomo de Herodes, Susana y muchas otras que les servían de sus bienes”.

Pasaje que muestra que el sustento de Jesús y sus discípulos provenía de las contribuciones voluntarias de aquellos que creían en su ministerio, no de un sistema estructurado de diezmos como el que se practicaba bajo la ley mosaica. Estas contribuciones se basaban en la generosidad y el compromiso personal, más que en una obligación legal.

Jesús, al vivir y ministrar de esta manera, ofrece un modelo para el liderazgo y el ministerio cristiano actual que se basa más en la voluntad libre y el apoyo espontáneo de los renacidos, y no en una demanda legalista de un pseudodiezmo, enfoque que está en línea con sus enseñanzas sobre dar, como se refleja en el evangelio de Lucas cuando habla de la ofrenda de la viuda pobre que de su pobreza echó todo el sustento que tenía.

La práctica de Jesús de no depender de diezmos, sino de la generosidad voluntaria y personal, podría ser vista como un modelo para la financiación de ministerios y obras cristianas hoy en día, poniendo énfasis en la generosidad guiada por el Espíritu más que en el cumplimiento de un mandato legal como lo fue el diezmo en la ley mosaica.

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