“Uno de ellos, su propio profeta, dijo: Los cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos.” Tito 1:12 (RVR1960)
Este versículo muestra cómo Pablo cita a un profeta cretense para describir un carácter marcado por prácticas que contravienen la mayordomía fiel y responsable.
El texto señala pecados específicos: la mentira, el desenfreno, la glotonería y la ociosidad, todos incompatibles con la vida de un administrador fiel de lo que el Señor nos ha encomendado.
Como siervos de Cristo, debemos evitar estas actitudes que distorsionan el propósito de las finanzas y bienes que Dios nos da, recordando que toda riqueza es del Señor y no nuestra (Salmos 24:1).
En el idioma original griego, las palabras clave revelan matices profundos:
Mentirosos (ψεύσται, pseustai): Implica un carácter de engaño continuo y falta de integridad. En el contexto de las finanzas, la mentira puede tomar forma en prácticas deshonestas como el fraude o la manipulación. Como mayordomos de los recursos del Señor, debemos ser veraces en nuestras transacciones, reflejando la verdad de Cristo (Colosenses 3:9-10).
Malas bestias (κακὰ θηρία, kaka thēria): Este término denota comportamientos salvajes e incontrolados, reflejando falta de dominio propio. En las finanzas, esto se traduce en gastos impulsivos o el uso descontrolado del dinero, ignorando que somos administradores llamados a la templanza (1 Corintios 9:25).
Glotones ociosos (γαστέρες ἀργαί, gasteres argai): Literalmente, “vientres perezosos”, indica indulgencia excesiva y pereza. Esto advierte contra el uso egoísta de los recursos y la falta de diligencia en nuestro trabajo, contrastando con el mandato bíblico de trabajar con esmero para la gloria de Dios (Proverbios 13:4).
De este análisis emerge un principio claro: la administración fiel requiere integridad, dominio propio y diligencia, reconociendo que Jesús es la fuente de todo lo que poseemos.
Un versículo que refuerza esto es 2 Corintios 9:8: “Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo necesario, abundéis para toda buena obra.” Este texto subraya que Dios no solo provee, sino que también capacita a sus mayordomos para usar sus recursos conforme a Su voluntad.
Consideremos a un ministro que administra los fondos de su iglesia. Si carece de integridad, puede justificar pequeñas desviaciones, como destinar recursos para fines personales, bajo el pretexto de necesidad. Sin embargo, al someter sus pensamientos a la voluntad de Cristo, reconoce que cada centavo pertenece al Señor y lo usa para Su propósito, siendo un ejemplo de fidelidad para la congregación.
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La enseñanza de Tito 1:12 nos llama a reflexionar sobre nuestra actitud hacia las finanzas, instándonos a ser mayordomos íntegros, disciplinados y diligentes.
Al aplicar estos principios, podemos administrar las finanzas de manera que honre a Dios, sometiendo nuestra mente y acciones a Su voluntad.
Recordemos que Jesucristo nos ha confiado lo que poseemos, no para el desenfreno o la avaricia, sino para Su gloria y el bien de Su obra.
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