No Entremeterse en lo Ajeno; 1ª Pedro 4:15

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Así que, ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor, o por entremeterse en lo ajeno.” 1ª Pedro 4:15 (RVR1960)

Este versículo nos exhorta a vivir como siervos fieles de Cristo, alejándonos de conductas que deshonran Su nombre, especialmente aquellas relacionadas con el manejo indebido de bienes y recursos. 

La expresión “entremeterse en lo ajeno” nos recuerda la responsabilidad de no involucrarnos en prácticas injustas o deshonestas que comprometan la mayordomía que Dios nos ha encomendado. 

Como administradores de las riquezas del Señor, estamos llamados a honrarlo con integridad y a manejar todo lo que se nos ha dado conforme a Su voluntad.

La palabra “entremeterse” en el texto griego proviene del término allotriepiskopos (ἀλλοτριεπίσκοπος), que se traduce como alguien que interfiere o toma autoridad sobre lo que pertenece a otro. 

En el contexto de la mayordomía financiera, esto nos enseña que no debemos buscar apropiarnos de los recursos o responsabilidades que Dios ha dado a otros, sino que debemos enfocarnos en ser fieles con lo que se nos ha confiado. Esto incluye evitar actitudes de codicia o descontento, reconociendo que todas las riquezas provienen de nuestro Señor Jesucristo y son para Su gloria.

El principio bíblico que surge de esta enseñanza es el de la honestidad y la fidelidad en la administración de los bienes del Señor. 

Este principio está respaldado por Proverbios 13:11: “Las riquezas de vanidad disminuirán; pero el que recoge con mano laboriosa las aumenta.” Como mayordomos, debemos trabajar con diligencia y administrar con justicia los recursos que Jesús nos encarga, evitando cualquier tentación de obtener ganancias de manera ilícita o deshonesta.

Un ejemplo práctico de este principio se encuentra en el manejo de las finanzas familiares o empresariales. Si un administrador se encuentra tentado a inflar cifras o desviar fondos para su beneficio personal, debe recordar que estos actos son una forma de “entremeterse en lo ajeno,” pues esos recursos pertenecen al Señor. 

Al actuar con integridad y transparencia, no solo honra a Dios, sino que también se gana la confianza de quienes dependen de su buena gestión.

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En conclusión, este versículo nos desafía a someter nuestros pensamientos y acciones a la voluntad de Dios, asegurándonos de que las finanzas sean manejadas con integridad y en completa dependencia del Señor. 

Al vivir como siervos fieles de Cristo, reconocemos que todo lo que poseemos es para glorificarlo a Él y para el avance de Su reino. 

Que nuestras vidas, incluyendo la administración de los bienes que nos ha encomendado, reflejen nuestra fidelidad a Su Palabra y nuestro amor por Su gloria.

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