Peor que un Incrédulo, 1ª Timoteo 5:8

Porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.” 1ª Timoteo 5:8 (RVR1960)

Este versículo de 1ª Timoteo 5:8 destaca la seriedad con la que nuestro Señor Jesucristo considera la responsabilidad de proveer para nuestras familias. La exégesis de este pasaje nos lleva a comprender que la provisión para los miembros de nuestra casa no es solo un deber moral, sino un reflejo tangible de nuestra fe en Cristo.

Al fallar en esta responsabilidad, un siervo del Señor no solo desatiende sus deberes materiales, sino que también socava la credibilidad de su testimonio cristiano.

Al analizar las palabras clave en el idioma original, obtenemos un entendimiento más profundo de este mandato. La palabra griega «προνοέω» (pronoeō), traducida como «provee«, implica prever y planificar con anticipación para las necesidades de otros.

Como administradores de los recursos que el Señor nos confía, somos llamados a anticipar y suplir las necesidades de nuestras familias, demostrando así la fidelidad en la gestión de los bienes del Señor.

El término «τῶν ἰδίων» (tōn idiōn), traducido como «para los suyos«, se refiere a aquellos que están bajo nuestro cuidado inmediato. Esto incluye no solo a los miembros de nuestra familia directa, sino también a cualquier persona que el Señor nos haya dado la responsabilidad de cuidar.

Como mayordomos, nuestra obligación es garantizar que las necesidades de aquellos que están bajo nuestro cuidado sean cubiertas de manera adecuada, siempre reconociendo que todos los recursos provienen del Señor.

La frase «τῆς οἰκείας» (tēs oikias), traducida como «los de su casa«, tiene una connotación más amplia, abarcando todo el hogar, incluyendo aspectos financieros, emocionales y espirituales. Nuestra mayordomía debe extenderse a todos los aspectos de la vida familiar, administrando no solo los recursos materiales, sino también el bienestar espiritual y emocional de nuestra casa.

El verbo «ἤρνηται» (ērnētai), traducido como «ha negado«, indica una renuncia deliberada o un rechazo. Este fuerte lenguaje subraya que el descuido en la provisión no es simplemente un fallo moral, sino una negación activa de la fe en Cristo, quien es la fuente de todas las riquezas.

Como ministros del Señor, nuestra fe debe manifestarse en acciones concretas, especialmente en el cuidado de nuestras familias.

Finalmente, el término «ἄπιστος» (apistos), traducido como «incrédulo«, resalta la gravedad de no cumplir con esta responsabilidad, al compararla con la incredulidad. Ser descrito como «peor que un incrédulo» implica que tal comportamiento es antitético a la fe cristiana y, por lo tanto, inaceptable para cualquier esclavo voluntario del Señor.

Un versículo adicional que apoya este principio lo encontramos en Proverbios 13:22, que dice: «El bueno dejará herederos a los hijos de sus hijos; pero la riqueza del pecador está guardada para el justo.» Este versículo resalta la importancia de la previsión y la planificación a largo plazo, asegurando que los recursos del Señor sean bien administrados y beneficiosos para las generaciones futuras.

Para ilustrar uno de los principios más representativos de este versículo, consideremos el ejemplo de un padre cristiano que, además de trabajar diligentemente para mantener a su familia, establece un fondo de ahorro para la educación de sus hijos.

Este padre no solo cubre las necesidades presentes de su hogar, sino que también anticipa las futuras, asegurando que sus hijos tengan oportunidades para prosperar. Al hacer esto, está demostrando su fe y obediencia al mandato de proveer para los suyos, reconociendo que todos los recursos que maneja son del Señor.

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En resumen, los principios extraídos de este versículo nos enseñan que como mayordomos de las riquezas del Señor, debemos prever y cubrir las necesidades de nuestras familias, asegurando que nuestras acciones reflejen nuestra fe en Cristo. Aplicar estos principios en nuestra vida diaria nos permitirá manejar nuestras finanzas de manera que honre a Dios, demostrando a través de nuestra administración fiel que somos verdaderos siervos de nuestro Señor Jesucristo.

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