“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios.” Efesios 2:8 (RVR1960)
Muchos argumentan que en Efesios 2:8 la fe no es un don de Dios, sino una capacidad inherente del hombre, lo que implicaría que algunas personas son salvas porque eligen creer, mientras que otras no lo son porque deciden no ejercer esa fe.
Según esta interpretación, la fe sería algo que el hombre produce o posee por sí mismo, lo cual determinaría su salvación. Este punto de vista sostiene que el ser humano tiene la capacidad de decidir si creer o no, haciendo de la fe una responsabilidad exclusiva de la persona y no un regalo de Dios.
Este enfoque a menudo busca destacar la voluntad humana en la respuesta a Dios, pero plantea dudas sobre la soberanía de Dios y su papel en la salvación, tal como se presenta en el contexto general de las Escrituras.
A partir de aquí, es necesario analizar el texto griego de Efesios 2:8 para examinar si esta idea es consistente con el mensaje bíblico sobre la fe como un don de Dios.
El análisis del texto griego comienza con el pronombre “τοῦτο” (traducido como “esto”). Este pronombre es neutro y no concuerda gramaticalmente con “gracia” (que es femenina en griego) ni con “fe” (que también es femenina). Por esta razón, “τοῦτο” no apunta específicamente a uno de estos términos, sino que se refiere a todo el proceso descrito en el versículo: la salvación por gracia mediante la fe.
La construcción gramatical en griego indica que Pablo está describiendo el acto completo de salvación como un regalo divino, lo que incluye tanto la gracia como la fe. Esto se refuerza con la frase “οὐκ ἐξ ὑμῶν” que significa “no de vosotros,” y niega que algo en este proceso, incluida la fe, sea originado por el ser humano.
Finalmente, Pablo afirma: “Θεοῦ τὸ δῶρον” que significa “es don de Dios.” La palabra “δῶρον” se traduce como “regalo” o “presente,” y enfatiza que la salvación, incluyendo la gracia y la fe, es algo dado gratuitamente por Dios, sin mérito humano.
El uso del pronombre neutro “τοῦτο” y la frase “es don de Dios” dejan claro que toda la obra de salvación, desde la gracia hasta la fe, tiene su origen en Dios. Esto confirma que la fe no es algo producido por el hombre, sino un don divino.
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Así, cuando por ejemplo en Romanos 1:8 Pablo habla de “vuestra fe,” se refiere al ejercicio visible de este don que Dios les ha concedido.
Ambos pasajes, en su contexto y gramática, son completamente coherentes en afirmar que la fe es una obra de Dios, no del hombre.
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