Sembrar y no Cosechar, Hageo 1:6

«Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto.» Hageo 1:6.

En este versículo, Dios, a través del profeta Hageo, describe la futilidad de los esfuerzos del pueblo debido a su desobediencia y mala administración de los recursos que les han sido confiados. Al analizar las palabras clave en su idioma original, se revelan principios bíblicos profundos para la mayordomía financiera.

La palabra «sembráis» (זרעתם, zara’tem) sugiere un esfuerzo diligente y continuo. Sin embargo, la cosecha es insuficiente, «recogéis poco» (מְעָ֖ט, me’at). Este desequilibrio entre el esfuerzo y la recompensa nos recuerda que la prosperidad no depende únicamente de nuestras acciones, sino de la bendición de Dios.

Nosotros, como siervos de Cristo, debemos reconocer que toda nuestra labor es en vano si no está alineada con Su voluntad y propósito. Jesucristo, como Señor de toda riqueza, es quien da el crecimiento y la abundancia. Nuestro papel como administradores es sembrar con fidelidad, pero confiando en Él para la cosecha.

La palabra «saciáis» (שֹׂבַע, sova) y «satisfechos» (שַׁבֵּ֔עַ, shabea) se relacionan con la idea de estar plenamente satisfecho o lleno. Sin embargo, en este contexto, la insatisfacción persiste porque los bienes, que son del Señor, no han sido administrados en la forma correcta.

Como mayordomos, debemos recordar que la verdadera satisfacción no proviene de la acumulación de bienes materiales, sino de una relación correcta con Dios, quien es la fuente de todo sustento.

Como administradores, debemos buscar primero Su reino y justicia, confiando en que Él suplirá todas nuestras necesidades, como se menciona en Mateo 6:33: «Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.»

El término «calentáis» (כֶּֽסֶף, kesef) hace referencia a la incapacidad de cubrir las necesidades básicas a pesar de los esfuerzos realizados. Esto subraya que, sin la bendición del Señor, incluso lo más esencial puede resultar insuficiente.

Este principio nos enseña que debemos gestionar los recursos del Señor con sabiduría y gratitud, reconociendo que cada bien y cada provisión nos ha sido dada para Su gloria, y no para nuestro propio beneficio egoísta.

Un ejemplo práctico de este principio se ve en la vida de un trabajador que, aunque es diligente en sus esfuerzos y trabaja largas horas, se encuentra constantemente al borde de la insolvencia.

Esto puede ser el resultado de un enfoque en la acumulación personal o en la búsqueda de seguridad en lo material, en lugar de en la obediencia a Dios y el uso de Sus recursos para Su propósito.

Al realinear sus prioridades y dedicarse a buscar primero el reino de Dios, este trabajador puede encontrar que sus necesidades son satisfechas de manera inesperada y abundante, no por su propio esfuerzo, sino por la gracia de Dios.

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En resumen, estos principios nos recuerdan que como ministros de Cristo, estamos llamados a manejar las finanzas y recursos que Él nos ha confiado con fidelidad y en alineación con Su voluntad.

Todo lo que poseemos es del Señor, y nuestra labor es administrar estos recursos de manera que honre a Dios y refleje nuestra dependencia de Su provisión.

Al aplicar estos principios en nuestra vida diaria, podemos manejar nuestras finanzas de una manera que glorifique a Dios y traiga verdadera satisfacción a nuestras vidas.

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