El 7 de marzo de 1274 (Historia Medieval), falleció Tomás de Aquino en la abadía de Fossanova, un monasterio cisterciense en Italia. Su muerte marcó el fin de una vida dedicada al estudio de la teología y la filosofía, pero su legado perdura hasta la actualidad.
Como fraile dominico, Aquino fue una de las figuras más influyentes del pensamiento cristiano en la Edad Media, cuyas ideas no solo impactaron la teología sino también la filosofía, la política y la economía.
Su Legado Filosófico y Teológico. Tomás de Aquino es especialmente conocido por sus obras Summa Theologica y Summa contra Gentiles. En estos tratados, articuló una síntesis entre la fe cristiana y la razón, integrando el pensamiento aristotélico con la doctrina cristiana.
A través de sus argumentos, sentó las bases de la teología escolástica y desarrolló una metodología que influyó en la enseñanza cristiana durante siglos.
Uno de sus aportes más notables fue la formulación de las Cinco Vías, argumentos racionales para demostrar la existencia de Dios. Además, su comprensión de la ley natural influyó en el desarrollo de la ética y el derecho occidental, sosteniendo que la razón humana puede discernir principios morales universales.
Tomás de Aquino y la Economía. A pesar de que su obra es mayormente teológica y filosófica, Tomás de Aquino también abordó cuestiones económicas, especialmente en relación con la ética del comercio y la justicia en las transacciones. En sus escritos, discutió el concepto del justo precio, la licitud del comercio y la moralidad de la usura (préstamos con interés). Su perspectiva, basada en la equidad y el bien común, influyó en la doctrina social de la Iglesia y en el pensamiento económico medieval.
Su Última Etapa y Fallecimiento. En los últimos meses de su vida, Tomás de Aquino experimentó una profunda transformación espiritual. Según algunos relatos, después de una visión mística en diciembre de 1273, dejó de escribir, considerando que todo lo que había producido era como “paja” en comparación con la grandeza de Dios. Este evento ha sido interpretado como un signo de humildad y de la profunda espiritualidad que caracterizó su vida.
Durante su viaje al Concilio de Lyon, al que había sido convocado por el papa Gregorio X, Tomás enfermó gravemente y fue acogido por los monjes cistercienses en la abadía de Fossanova, donde falleció el 7 de marzo de 1274. Su muerte marcó el fin de una era en la teología medieval, pero su influencia ha trascendido siglos.
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Su obra sigue siendo estudiada y admirada, y su pensamiento ha sido fundamental en la formación de la teología católica y en la filosofía occidental.
En la actualidad, su legado sigue vivo, no solo en la teología, sino también en el pensamiento filosófico, el derecho, la política y la economía, recordándonos que la razón y la fe no son opuestas, sino complementarias en la búsqueda de la verdad.
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