Trabajar y no Robar, Efesios 4:28

El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad.” Efesios 4:28 (RVR1960)

Este versículo del apóstol Pablo es un llamado claro a la transformación en la vida de quienes han sido redimidos por Cristo. En él, vemos una transición desde una vida de pecado hacia una vida de servicio, marcada por la mayordomía responsable de los recursos que el Señor nos ha confiado.

La exégesis del pasaje nos muestra que Pablo no solo llama a dejar el pecado del hurto, sino que redirige a los creyentes hacia un propósito mayor: trabajar para ganar honradamente y así poder compartir con los necesitados.

Este principio establece que nuestro trabajo no es solo para nuestra provisión personal, sino que, como administradores de las riquezas del Señor, debemos usar los recursos que obtenemos para bendecir a otros y reflejar el amor de Cristo.

Al analizar las palabras clave en el idioma original, encontramos que el término «hurtaba» (κλέπτω – kleptó) implica robar o tomar algo que no nos pertenece, una acción que Pablo condena directamente, pues como esclavos voluntarios de Cristo, estamos llamados a vivir en integridad.

En contraste, el verbo «trabaje» (κοπιάω – kopiaó) se refiere a trabajar arduamente, no solo físicamente sino con un esfuerzo diligente que honra a Dios.

Este trabajo se realiza «haciendo» (ἐργάζομαι – ergazomai), lo cual denota una labor productiva y beneficiosa, «con sus manos», indicando un trabajo honrado y visible, tangible en su resultado.

El adjetivo «bueno» (ἀγαθός – agathos) no solo se refiere a la moralidad del trabajo, sino a su capacidad de producir un efecto positivo tanto para el trabajador como para la comunidad.

Finalmente, la frase «tenga qué compartir» (μεταδίδωμι – metadidomi) implica no solo la posesión de bienes, sino la disposición de compartirlos generosamente, un acto que refleja la provisión y el carácter de nuestro Señor Jesucristo.

Este principio es reforzado en otros pasajes de la Escritura, como en 1ª Timoteo 6:18: «Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos.» Aquí, vemos la exhortación a que los creyentes no solo trabajen para satisfacer sus necesidades, sino que sean proactivos en buscar oportunidades para compartir lo que el Señor les ha dado.

Como ministros de Cristo, nuestras riquezas, que provienen de Su mano, no deben acumularse para nuestro beneficio egoísta, sino para ser utilizadas como instrumentos de bendición en las manos de Dios.

Un ejemplo práctico de este principio es un empresario cristiano que decide establecer un fondo con parte de las ganancias de su empresa para apoyar a familias en su comunidad que están en necesidad.

En lugar de solo buscar incrementar sus beneficios personales, este empresario, reconociendo que todo lo que posee es del Señor, elige trabajar con diligencia para que su labor no solo provea para su familia, sino también para quienes sufren y carecen.

Este acto de generosidad no solo satisface las necesidades inmediatas de otros, sino que glorifica a Dios al mostrar Su amor y provisión a través de los actos de Sus siervos.

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En conclusión, la enseñanza de Efesios 4:28 nos insta a alejarnos de la deshonestidad y a trabajar con dedicación, recordando que todo lo que ganamos es un don de Dios, destinado no solo para nuestro sustento, sino para compartir con los necesitados.

Al aplicar estos principios en nuestra vida diaria, podemos manejar las finanzas de manera que honre a Dios, usando lo que el Señor nos ha dado para reflejar Su amor y cuidado en las vidas de otros, y demostrando así que somos fieles mayordomos de Sus riquezas.

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