“Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?” 1ª Juan 3:17 (RVR1960)
Este versículo nos enseña un principio fundamental de la mayordomía financiera: la responsabilidad de compartir nuestros recursos con aquellos en necesidad. La palabra «bienes» en griego es «βίος» (bios), que se refiere a los recursos materiales y medios de vida.
Nuestro Señor Jesucristo nos ha dado ha administrar Sus bienes no solo para nuestro beneficio personal, sino para que los utilicemos en el servicio a otros. La verdadera mayordomía implica reconocer que lo que poseemos es un don de Dios y debe ser gestionado con generosidad y compasión hacia los demás.
La palabra «necesidad» en griego es «χρεία» (chreia), que indica una carencia o necesidad urgente. Nuestro Señor Jesucristo nos llama a ser sensibles y atentos a las necesidades de nuestros hermanos y hermanas en la fe.
Cuando observamos a alguien en necesidad, no podemos simplemente ignorar su situación. La mayordomía bíblica nos impulsa a actuar con amor y a utilizar nuestros recursos para aliviar las cargas de los demás, reflejando así el amor de Dios en nuestras vidas.
El término «cierra su corazón» en griego es «κλείω τὰ σπλάγχνα» (kleió ta splagchna), que literalmente significa cerrar las entrañas o los sentimientos de compasión. Este principio nos advierte contra la insensibilidad y la indiferencia.
La verdadera mayordomía financiera requiere que mantengamos un corazón abierto y compasivo, dispuesto a actuar en favor de aquellos que están en necesidad. No podemos cerrar nuestro corazón ante el sufrimiento de los demás y aún afirmar que el amor de Dios mora en nosotros.
Nuestro Señor Jesucristo nos llama a demostrar Su amor a través de nuestras acciones concretas y sacrificios.
La palabra «mira» en griego es «θεωρέω» (theoreó), que implica observar con atención y consideración. Este principio nos insta a estar siempre vigilantes y conscientes de las circunstancias de aquellos que nos rodean.
Una buena mayordomía financiera no se limita a gestionar bien nuestros propios recursos, sino que también incluye la capacidad de identificar las necesidades de los demás y responder de manera efectiva. Al hacerlo, mostramos el amor y la compasión de nuestro Señor Jesucristo en el mundo.
Finalmente, el término «amor» en griego es «ἀγάπη» (agapé), que es el amor incondicional y sacrificial de Dios. Este versículo nos recuerda que la verdadera mayordomía financiera está arraigada en el amor de Dios.
No se trata solo de actos de caridad, sino de una profunda expresión del amor divino que reside en nosotros. Cuando permitimos que el amor de Dios nos guíe, nuestras decisiones financieras reflejarán Su carácter y propósito.
Un ejemplo contemporáneo de este principio es el de una persona que, a pesar de tener suficientes recursos para vivir cómodamente, decide donar regularmente a organizaciones benéficas que ayudan a los necesitados. Además, esta persona se involucra personalmente en su comunidad, ofreciendo tiempo y recursos para asistir a aquellos que atraviesan dificultades. Al hacer esto, demuestra que el amor de nuestro Señor Jesucristo mora en su corazón y que entiende su responsabilidad como buen mayordomo de los recursos que Dios le ha confiado.
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En resumen, 1ª Juan 3:17 nos enseña que la verdadera mayordomía financiera implica una disposición generosa y compasiva hacia las necesidades de los demás. Nos llama a no cerrar nuestro corazón ante el sufrimiento, sino a actuar con el amor de nuestro Señor Jesucristo, utilizando nuestros bienes para servir y bendecir a aquellos que están en necesidad.
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