«Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista; así una pequeña locura, al que es estimado como sabio y honorable.» Eclesiastés 10:1 (RVR1960)
Este versículo nos presenta el principio de cómo una pequeña acción negativa puede arruinar algo valioso y preciado. La analogía del perfume y las moscas muertas nos enseña la importancia de la integridad y la prudencia en la administración de los recursos que nuestro Señor Jesucristo nos ha confiado.
La palabra «moscas muertas» en hebreo es «זְבוּב מָוֶת» (zevuv mavet), que literalmente se refiere a insectos pequeños pero sucios y molestos que contaminan algo puro y valioso. En términos de mayordomía financiera, esto nos recuerda que incluso pequeños errores o decisiones financieras insensatas pueden tener consecuencias desastrosas.
Somos administradores de los bienes del Señor y debemos ser diligentes en nuestras decisiones financieras para evitar que pequeñas imprudencias dañen nuestra capacidad de administrar Sus recursos eficazmente.
El término «heder» en hebreo es «באש» (ba’ash), que significa apestar o corromper. Este principio nos advierte sobre el impacto que nuestras decisiones pueden tener en la percepción y efectividad de nuestra mayordomía.
Un solo error puede deshacer años de trabajo diligente y prudente. Como siervos de nuestro Señor Jesucristo, debemos esforzarnos por mantener la pureza e integridad en todas nuestras decisiones financieras para evitar corromper los recursos que nos han sido confiados.
La frase «mal olor» en hebreo es «ריח רע» (re’ach ra’), que se traduce como un olor desagradable. Esto simboliza las consecuencias visibles y tangibles de nuestras malas decisiones financieras.
Al igual que un perfume contaminado ya no es agradable, nuestras finanzas, cuando son mal administradas, pueden perder su capacidad de bendecir y ser útiles para los propósitos del Señor. Somos ministros de Sus bienes y debemos manejarlos con el máximo cuidado y responsabilidad.
El término «perfume» en hebreo es «שֶׁמֶן» (shemen), que se refiere a un aceite o ungüento costoso y preciado. Esto nos recuerda el valor y la importancia de los recursos que nuestro Señor Jesucristo nos ha dado.
Como administradores, debemos valorar y proteger estos recursos, entendiendo que cada decisión que tomamos puede afectar significativamente su uso y efectividad para los propósitos del Reino.
La palabra «locura» en hebreo es «סִכְלוּת» (sikluth), que significa insensatez o falta de juicio. Este principio nos llama a ser sabios y cuidadosos en todas nuestras decisiones financieras. Incluso una pequeña locura puede arruinar nuestra reputación y nuestra capacidad de administrar los recursos del Señor de manera efectiva. Como siervos, debemos buscar siempre la sabiduría divina en todas nuestras decisiones.
Finalmente, el término «sabio y honorable» en hebreo es «חָכָם וְיָקָר» (chakam ve’yaqar), que se refiere a alguien respetado por su sabiduría y dignidad. Este principio subraya la importancia de mantener nuestra reputación como buenos administradores de los recursos del Señor Jesucristo.
Nuestras decisiones financieras deben reflejar la sabiduría y el honor que se espera de aquellos que sirven a nuestro Señor.
Un ejemplo contemporáneo de este principio podría ser un empresario cristiano que, a pesar de tener un historial intachable de decisiones financieras prudentes, decide invertir en un proyecto claramente arriesgado y poco ético. Esta única decisión puede no solo resultar en pérdidas financieras significativas, sino también dañar su reputación y su capacidad para ser un testimonio efectivo del Reino de Dios. Al mantenernos fieles a los principios bíblicos de sabiduría y prudencia, evitamos que pequeñas imprudencias echen a perder los valiosos recursos que nuestro Señor Jesucristo nos ha confiado.
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En resumen, Eclesiastés 10:1 nos recuerda la importancia de la prudencia y la sabiduría constante en nuestras acciones y decisiones, incluyendo la administración de nuestras finanzas, para evitar que pequeños errores comprometan nuestra integridad y reputación. Como administradores de los bienes del Señor Jesucristo, debemos ser diligentes y cuidadosos, asegurándonos de que cada decisión refleje Su sabiduría y honre Su nombre.
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