Adictos a la Comodidad y al Confort

Vivimos en una época donde el confort y la comodidad han sido elevados casi al nivel de ídolos. Todo en nuestro entorno está diseñado para minimizar el esfuerzo, maximizar el placer y evitar cualquier incomodidad a toda costa. Sin embargo, esta adicción silenciosa nos está debilitando, no solo físicamente, sino también espiritualmente. 

Esta preocupación por la comodidad contrasta radicalmente con el llamado bíblico a la perseverancia, el sufrimiento por causas nobles y la resistencia espiritual. 

Estamos llamados a superar el dolor y buscar el crecimiento a través del sacrificio, un principio que, aunque raramente se menciona en nuestra cultura, está profundamente arraigado en la Escritura.

La Biblia no llama a sus seguidores a una vida de facilidad, sino a una vida de lucha, de negación propia y de crecimiento en medio de las pruebas. Jesucristo mismo dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.” (Lucas 9:23)

Tomar la cruz no es un llamado a la comodidad, sino a la muerte al yo, al sacrificio consciente y diario. La cruz era instrumento de tortura y ejecución; así, Jesús no habla aquí de una metáfora ligera, sino de un desafío radical a abandonar la vida centrada en uno mismo, en el confort y en los propios deseos.

La adicción a la comodidad produce almas débiles. Nos roba el carácter, la resistencia y la capacidad de perseverar bajo presión. Nos hace vulnerables a cualquier dificultad, incapaces de soportar las pruebas necesarias para crecer en madurez. 

El apóstol Pablo, quien experimentó sufrimientos indecibles en su caminar cristiano, escribió: “Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo.” (2ª Timoteo 2:3)

El cristiano es llamado a ser un soldado, no un turista. Un soldado está familiarizado con la dureza, con la falta de comodidades, con la constante preparación para la batalla. 

En cambio, el adicto al confort huye del sufrimiento y, al hacerlo, abandona su llamado a pelear la buena batalla de la fe.

Más aún, el escritor de Hebreos nos recuerda que: “En vuestra lucha contra el pecado aún no habéis resistido hasta derramar sangre.” (Hebreos 12:4)

Esto sugiere que el esfuerzo espiritual, la resistencia frente a las tentaciones y las pruebas, debe ser arduo, hasta sangriento, si es necesario. 

La vida cristiana no es un paseo por jardines de rosas; es un combate diario contra el pecado, el mundo y la carne.

La adicción a la comodidad también entorpece nuestro propósito eterno. Jesús advirtió sobre los peligros de una vida acomodada en su parábola del sembrador: “La que cayó entre espinos, estos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto.” (Lucas 8:14)

Los placeres de la vida —el confort, la facilidad, la búsqueda obsesiva de lo placentero— ahogan la semilla de la Palabra de Dios en el corazón. 

El adicto a la comodidad no puede dar fruto espiritual duradero porque su energía está consumida en la búsqueda de placer personal.

Además, el apóstol Pedro nos exhorta diciendo: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos de que sois participantes de los padecimientos de Cristo.” (1ª Pedro 4:12-13)

El fuego de la prueba no es una anomalía para el creyente; es la norma. Dios usa las pruebas para purificar nuestra fe, como el oro refinado por el fuego. 

Aquellos que rehúyen el dolor rehúyen, sin saberlo, la oportunidad de ser transformados más profundamente a la imagen de Cristo.

David Goggins insiste en que solo a través de empujar los límites del dolor y del esfuerzo extremo podemos descubrir quiénes somos realmente. 

Bíblicamente, esto tiene eco en la verdad de que el carácter cristiano se forja en la adversidad. 

Pablo afirma: “Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza.” (Romanos 5:3-4)

Cada momento de dificultad, si es afrontado con fe, produce paciencia, prueba genuina de carácter y una esperanza firme en Dios. No hay crecimiento sin dolor, no hay madurez sin pruebas.

Por último, no olvidemos la advertencia de Proverbios: “El alma del perezoso desea, y nada alcanza; mas el alma de los diligentes será prosperada.” (Proverbios 13:4)

El que busca comodidad por encima de todo es como el perezoso: desea resultados, desea frutos, desea bendición, pero no quiere pagar el precio. 

El diligente, en cambio, prospera no porque su vida sea más fácil, sino porque ha aprendido a amar el proceso del esfuerzo constante y disciplinado.

Así pues, a la luz de las Escrituras, la adicción a la comodidad no es un asunto trivial. Es un cáncer espiritual que impide el crecimiento, debilita la fe, disminuye el carácter y nos aleja del verdadero propósito de nuestra existencia: glorificar a Dios en todo, incluyendo nuestro sufrimiento.

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El llamado bíblico, en un lenguaje más crudo, es: abraza el dolorrechaza la comodidadsé fuerte en la prueba. Como nos instruye la Escritura: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar. Resistidlo firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo.” (1ª Pedro 5:8-9)

La vida cristiana es una batalla. Aquellos adictos al confort están destinados a ser devorados. Pero los que, fortalecidos por la gracia, aprenden a sufrir bien, a perseverar en medio del dolor, encontrarán su recompensa en el día de Cristo Jesús.

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