«Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo.» Efesios 1:3 (RVR1960)
Nos bendijo (εὐλογέω – eulogeō): La palabra griega «eulogeō» significa bendecir o hablar bien de alguien. Implica un acto de bondad y favor inmerecido. Como siervos de nuestro Señor Jesucristo, debemos reconocer que todas las riquezas y bendiciones que recibimos provienen de Él y no de nuestros propios esfuerzos.
Este principio de bendición se extiende a nuestra responsabilidad de administrar lo que hemos recibido con gratitud y sabiduría. En Santiago 1:17 se nos recuerda que «toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto,» lo que subraya que nuestras bendiciones son un reflejo de la generosidad de Dios.
Toda bendición espiritual (πᾶς εὐλογία πνευματική – pas eulogia pneumatikē): Esta frase resalta que las bendiciones que recibimos son completas y abarcadoras, no solo materiales sino espirituales. Como administradores de los recursos del Señor, debemos priorizar las bendiciones espirituales sobre las materiales, entendiendo que el valor eterno de estas supera cualquier riqueza terrenal.
En 2ª Corintios 4:18, se nos insta a fijar nuestra mirada en lo eterno y no en lo temporal, reconociendo que las verdaderas riquezas son aquellas que fortalecen nuestro espíritu y relación con Dios.
Lugares celestiales (ἐπουράνιος – epouranios): «Epouranios» se refiere a lo que pertenece o está en el cielo. Como mayordomos, estamos llamados a vivir con una perspectiva celestial, comprendiendo que nuestra ciudadanía está en el cielo y que nuestras decisiones financieras deben reflejar los valores del reino de Dios.
Colosenses 3:1-2 nos exhorta a buscar las cosas de arriba, donde Cristo está, y no centrarnos solo en las cosas de la tierra. Este enfoque nos ayuda a usar los bienes del Señor para Su gloria y el avance de Su reino.
En Cristo (ἐν Χριστῷ – en Christō): Estar «en Cristo» significa que nuestra identidad y propósito están unidos a Él. Como ministros del Señor, reconocemos que todas las bendiciones y riquezas tienen su origen en nuestra relación con Jesucristo. Esto nos llama a vivir vidas de integridad y fidelidad, utilizando los recursos del Señor de manera que refleje Su carácter y propósito.
Filipenses 4:19 nos asegura que Dios suplirá todas nuestras necesidades conforme a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús, recordándonos que Él es la fuente de toda provisión.
Imaginemos a un creyente que, al recibir una herencia significativa, decide establecer un fondo para apoyar la educación teológica y el trabajo misionero. Al hacerlo, este creyente reconoce que las bendiciones materiales recibidas son un medio para impactar el reino de Dios en el ámbito espiritual, reflejando el principio de bendición espiritual en los lugares celestiales.
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Estos principios bíblicos nos enseñan que, como siervos, administradores, mayordomos, ministros, y esclavos del Señor, nuestras finanzas deben ser manejadas con un enfoque que honre a Dios.
Al reconocer que nuestras bendiciones son de origen divino y tienen un propósito eterno, podemos vivir con gratitud, generosidad y sabiduría.
Aplicar estos principios en nuestra vida diaria no solo fortalece nuestra relación con Dios, sino que también permite que nuestras acciones financieras sean un testimonio de Su amor y provisión.
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