«Sin falta le darás, y no serás de mezquino corazón cuando le des; porque por ello te bendecirá Jehová tu Dios en todos tus hechos, y en todo lo que emprendas.« Deuteronomio 15:10 (RVR1960)
Este versículo nos enseña un principio clave de la mayordomía financiera: la generosidad sincera y desinteresada.
La frase «sin falta darás» en hebreo es נָתוֹן תִּתֵּן (naton titen), lo que significa dar sin vacilación, sin retener, ni dudar. Como siervos de Cristo, somos llamados a dar con un corazón libre y generoso, reconociendo que todo lo que poseemos proviene de nuestro Señor Jesucristo, la fuente de todas las riquezas.
La generosidad debe fluir naturalmente de nosotros como administradores fieles de los recursos que Él nos ha confiado.
El término «mezquino corazón» (וְלֹא־יֵרַע לְבָבְךָ, ve’lo-yera levavkha) nos advierte contra el peligro de dar con renuencia o con resentimiento. Dios no solo observa nuestras acciones, sino también las motivaciones de nuestro corazón.
Como ministros del Señor, debemos recordar que nuestra actitud al dar refleja nuestra comprensión de Su generosidad hacia nosotros. Cuando damos con un corazón mezquino, no estamos reflejando el carácter generoso de Cristo, quien se dio a sí mismo por nosotros, sin retener nada.
La palabra «bendecirá» (יְבָרֶכְךָ, yevarekha) nos recuerda que Dios promete bendecirnos en respuesta a nuestra generosidad. Esta bendición no se limita a lo material; abarca todos los aspectos de nuestras vidas, incluyendo la paz, la satisfacción, y la prosperidad en nuestras relaciones y emprendimientos.
Como mayordomos de los bienes del Señor, debemos confiar en que cuando damos libremente, el Señor se encargará de bendecir nuestros «hechos» (מַעֲשֶׂיךָ, ma’asekha) y todo lo que «emprendamos» (מִשְׁלַח יָדֶךָ, mishlach yadekha), asegurando que nuestras acciones y esfuerzos prosperen bajo Su cuidado.
Para apoyar este principio, podemos considerar Proverbios 11:25: «El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado.» Este versículo refuerza la idea de que nuestra generosidad, especialmente cuando se hace con un corazón puro y desinteresado, trae consigo una bendición de parte de Dios.
Somos llamados a ser generosos no por la expectativa de recibir, sino porque comprendemos que hemos recibido abundantemente de la mano de nuestro Señor.
Un ejemplo práctico de este principio podría ser cómo respondemos a la necesidad de los demás. Supongamos que un administrador del Señor es testigo de alguien en necesidad y decide dar una ayuda económica. Si lo hace con un corazón generoso y sin esperar nada a cambio, ese acto de generosidad no solo suple la necesidad inmediata, sino que también abre la puerta a la bendición divina sobre sus propios asuntos y emprendimientos. Este acto refleja la naturaleza de Cristo y su amor incondicional.
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En resumen, estos principios nos enseñan que la generosidad es un aspecto fundamental de la mayordomía financiera que honra a Dios.
Como administradores de los recursos que pertenecen al Señor, debemos dar con un corazón libre y dispuesto, confiando en que Él nos bendecirá en todas nuestras acciones.
Al aplicar estos principios en nuestra vida diaria, demostramos que entendemos la verdadera fuente de nuestras riquezas y que nuestro propósito es reflejar el carácter generoso de Jesucristo en todas nuestras decisiones financieras.
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