“Si alguno no obedece a lo que decimos por medio de esta carta, a ese señaladlo, y no os juntéis con él, para que se avergüence.” 2ª Tesalonicenses 3:14 (RVR1960)
Este versículo está relacionado con la disciplina en el cuerpo de Cristo y nos lleva a reflexionar sobre la importancia de la obediencia a las enseñanzas del Señor.
Aunque en el contexto inmediato aborda la vida en comunidad y el trabajo diligente, también podemos extraer principios aplicables a la mayordomía financiera, al entender que nuestras decisiones económicas deben estar sometidas a la voluntad de Dios.
Como ministros de Cristo Jesús, debemos recordar que la administración de las finanzas no es un asunto meramente individual, sino un reflejo de nuestra fidelidad a su Palabra.
Al analizar las palabras clave del texto, encontramos en el griego la palabra “ὑπακούει” (hypakouei), traducida como “obedece”. Este término implica una escucha atenta que resulta en acción, señalando que no basta con conocer los principios de la Palabra de Dios, sino que debemos ponerlos en práctica. Esto incluye cómo administramos los bienes que el Señor nos ha encomendado, actuando con integridad y propósito.
La frase “σημειοῦσθε” (sēmeiousthe), “señaladlo”, tiene un matiz de marcar o identificar a alguien, recordándonos que la disciplina y la corrección también son actos de amor en la comunidad cristiana para restaurar al hermano en pecado.
Un principio claro que emerge de este versículo es la importancia de la responsabilidad. Como siervos del Señor, debemos manejar las finanzas de manera que reflejen nuestra obediencia a su Palabra, evitando el derroche, la avaricia o cualquier uso que no glorifique a Dios.
Este principio se refuerza en Lucas 12:42: “¿Quién es, pues, el mayordomo fiel y prudente, al cual su señor pondrá sobre su casa para que a tiempo les dé su ración?” Aquí Jesús nos recuerda que somos mayordomos de los bienes que Él nos encarga, y nuestra fidelidad se mide en cómo los administramos.
Un ejemplo práctico de este principio podría ser cómo un creyente común maneja un regalo económico inesperado que recibe de un familiar o amigo. Si decide orar y reflexionar sobre cómo usar ese dinero para cubrir necesidades importantes, ofrendar para apoyar la obra del Señor y compartir una parte con alguien en necesidad, está actuando como un mayordomo fiel de lo que Jesús le ha encargado. Sin embargo, si gasta todo en compras impulsivas o en cosas que no edifican ni honran a Dios, estaría fallando en mostrar la obediencia y responsabilidad que se espera de nosotros como administradores de las riquezas del Señor.
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En resumen, este versículo y su análisis nos enseñan que la administración de las finanzas debe estar completamente sometida a la voluntad de Dios.
Cada decisión económica debe ser un acto de obediencia, reflejando que reconocemos a Jesús como la fuente de todas las riquezas.
Al vivir bajo estos principios, evitamos caer en el pecado del egoísmo o la negligencia y usamos los bienes del Señor para glorificarle y beneficiar a otros.
Que nuestras decisiones reflejen siempre que somos esclavos voluntarios de Cristo, llamados a manejar con fidelidad lo que Él ha puesto en nuestras manos.
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