Dio a los Pobres; 2ª Corintios 9:9

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Como está escrito: Repartió, dio a los pobres; Su justicia permanece para siempre.” 2ª Corintios 9:9(RVR1960)

Este versículo, citando el Salmo 112:9, enfatiza la generosidad como una característica de aquellos que honran al Señor. El acto de repartir a los pobres es más que un gesto humano: es una expresión tangible de la justicia de Dios que trasciende el tiempo. 

Este principio de mayordomía financiera refleja que nuestra administración de los recursos que Cristo Jesús nos ha encomendado debe estar sometida a la voluntad de Dios, con el propósito de reflejar Su carácter y cumplir Sus designios en la tierra.

En el análisis del texto original, encontramos que la palabra clave “repartió” proviene del griego διέσκορπισεν (dieskorpisen), que significa “esparcir” o “dispersar ampliamente”. Esto indica que el dar no es un acto limitado o reservado, sino que debe ser generoso y dirigido hacia quienes lo necesitan. 

La expresión “dio a los pobres” utiliza la palabra griega ἔδωκεν (edōken), que implica dar libremente y sin expectativa de retorno, mostrando que las riquezas del Señor que administramos no deben ser retenidas con avaricia, sino distribuidas conforme a Su voluntad. 

Finalmente, “su justicia” (δικαιοσύνη/dikaiosynē) alude no solo a la justicia legal, sino a la rectitud y fidelidad que reflejan el carácter de Dios en nuestras acciones.

Este principio se refuerza con Proverbios 19:17: “A Jehová presta el que da al pobre, y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar.” Aquí, el Señor nos asegura que el uso correcto de los recursos que nos ha encargado tiene una recompensa eterna, no porque merezcamos nada, sino porque Cristo Jesús es la fuente de todas las riquezas y nos llama a actuar como Sus administradores fieles.

Un ejemplo práctico de este principio sería un siervo de Cristo que, al recibir ingresos adicionales, no los destina exclusivamente para sí mismo, sino que decide ayudar a una familia necesitada en su comunidad. Al hacerlo, este siervo no solo alivia temporalmente la carga de esa familia, sino que también demuestra el amor de Jesús y pone de manifiesto la justicia de Dios ante otros.

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Estos principios nos enseñan que, como mayordomos de las riquezas del Señor, debemos distribuirlas generosamente y con propósito, reconociendo que todo lo que tenemos proviene de Él y le pertenece. 

Vivir de esta manera somete nuestros pensamientos a la voluntad de Dios y nos permite manejar las finanzas de forma que honre Su nombre, alejándonos del pecado de la avaricia y reflejando Su justicia eterna en nuestras vidas diarias.

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