«Si se aumentan las riquezas, no pongáis el corazón en ellas.» Salmos 62:10b.
Este versículo nos ofrece una advertencia clara sobre la mayordomía financiera, recordándonos que, aunque las riquezas materiales pueden incrementarse, nuestra confianza y devoción no deben estar centradas en ellas.
Al analizar las palabras clave en el idioma original, podemos desentrañar principios fundamentales para manejar los recursos que Dios nos ha confiado, de manera que siempre honren a nuestro Señor Jesucristo, quien es la verdadera fuente de todas las riquezas.
La palabra «aumentan» en hebreo es רָבָה (ravah), que significa multiplicar, crecer o incrementar. Aquí, el salmista reconoce que es posible que nuestras posesiones materiales crezcan, y que no hay pecado en que las riquezas aumenten; sin embargo, el énfasis está en cómo respondemos a ese aumento.
Como siervos de Cristo, debemos recordar que cualquier crecimiento en nuestras posesiones proviene del Señor y no es un fin en sí mismo.
Es crucial entender que este incremento de bienes no debe cambiar nuestra lealtad ni desviar nuestra atención del propósito divino para nuestras vidas, el seguir siendo solo administradores de Sus riquezas.
La palabra «riquezas» (הוֹן, hon) en hebreo se refiere a bienes, tesoros o posesiones materiales. Las riquezas en sí mismas no son malas, pero se convierten en una trampa cuando empezamos a depender de ellas o a considerarlas como la base de nuestra seguridad.
Como administradores de los recursos del Señor, debemos manejar las riquezas con sabiduría, reconociendo que nos han sido encomendadas para cumplir Su voluntad en la tierra, y no para satisfacer nuestros deseos egoístas, obvio sí para disfrutarlas dentro de un presupuesto.
El verbo «pongáis» (שִׂים, sim) implica poner, establecer o fijar. Esto nos habla de dónde colocamos nuestra confianza, nuestros afectos y nuestra devoción. El salmista nos advierte que no debemos fijar nuestro «corazón» (לֵב, lev) en las riquezas.
El corazón, en la Biblia, simboliza el centro de nuestra vida emocional, espiritual y volitiva. Colocar el corazón en las riquezas es confiar en ellas como si fueran nuestra fuente última de seguridad y satisfacción, lo cual es un error grave para un esclavo de Cristo.
Un versículo adicional que apoya este principio es 1ª Timoteo 6:17: «A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.»
Este pasaje refuerza la advertencia del Salmo 62:10, destacando que las riquezas son inciertas y que nuestra esperanza debe estar puesta en Dios, quien es la verdadera fuente de todo bien.
Imaginemos a un mayordomo que experimenta un aumento inesperado en sus ingresos o posesiones.
En lugar de dejar que este incremento lo lleve a confiar en sus riquezas o a desviar su atención de Dios, decide utilizar parte de sus recursos adicionales para apoyar obras de caridad, ayudar a los más necesitados como son los huérfanos y las viudas de edad avanzada, o invertir en el avance del Reino de Dios.
Este mayordomo reconoce que su prosperidad es un don del Señor, y lo administra con el corazón centrado en cumplir los propósitos de su Señor, y no en acumular riquezas para sí mismo, lo cual sería un robo.
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En resumen, este versículo nos enseña que, aunque las riquezas puedan aumentar, debemos tener cuidado de no poner nuestro corazón en ellas.
Como ministros de Cristo, nuestra lealtad y confianza deben estar siempre en el Señor, sabiendo que todas las riquezas y bienes que administramos pertenecen solo a Él.
Al aplicar estos principios en nuestra vida diaria, podemos manejar nuestras finanzas de una manera que honre a Dios, usando nuestras bendiciones materiales para servir Sus propósitos y mantener nuestro corazón firme en Su amor y provisión.
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