No Seamos Altivos, 1ª Timoteo 6:17

«A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.» 1ª Timoteo 6:17.

Este versículo nos enseña a mantener una perspectiva adecuada sobre las riquezas y la mayordomía que el Señor nos ha confiado.

La palabra «ricos«, del griego plousios (πλούσιος), se refiere a aquellos que poseen abundancia de bienes materiales. Sin embargo, como administradores de lo que el Señor nos ha dado, se nos advierte que no debemos ser «altivos«, del griego hypsēlophron (ὑψηλόφρων), que significa orgullosos o arrogantes. Este orgullo puede nacer cuando olvidamos que todo lo que tenemos proviene del Señor y no de nuestros propios esfuerzos.

La palabra «esperanza» se traduce del griego elpizó (ἐλπίζω), que implica una confianza o expectativa. Colocar nuestra esperanza en las «riquezas«, ploutos (πλοῦτος), es confiar en lo temporal e incierto. Las riquezas, según el texto, son «inciertas«, del griego adelotēs (ἀδηλότης), lo que significa inseguras o inestables.

Como siervos de Cristo, debemos recordar que nuestras riquezas no nos pertenecen, sino que son del Señor, y Él es quien nos las da. El verbo «da» proviene del griego parechō (παρέχω), que indica otorgar o proporcionar.

Nuestro Dios es quien «nos da todas las cosas«, enfatizando que todo lo que poseemos es un regalo de Su gracia. Este concepto de «cosas» se refiere a lo que es necesario para la vida, y en «abundancia«, del griego plousiōs (πλουσίως), nos recuerda que el Señor es generoso con Sus recursos.

Sin embargo, esta abundancia no es solo para nuestro disfrute egoísta, sino para que la usemos de manera que honre a Dios, como verdaderos mayordomos de Su creación.

Este principio se refuerza en Proverbios 11:28, donde se nos dice: «El que confía en sus riquezas caerá; mas los justos reverdecerán como ramas.» Aquí, como ministros del Evangelio, entendemos que nuestra seguridad no está en lo que poseemos, sino en nuestra relación con el Dios vivo, quien es la fuente de todas las riquezas y bendiciones.

Un ejemplo práctico de este principio podría ser nuestra actitud hacia el ahorro y la inversión. Si guardamos dinero únicamente para acumular más sin considerar las necesidades del prójimo o el avance del Reino de Dios, estamos poniendo nuestra esperanza en lo incierto.

En cambio, si ahorramos y manejamos las finanzas con la intención de ser buenos mayordomos de los recursos del Señor, entonces estamos reflejando la verdadera mayordomía cristiana.

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En conclusión, como esclavos de Cristo, nuestra responsabilidad es manejar las finanzas que el Señor nos ha dado con humildad, sabiduría y confianza en Él.

Al aplicar estos principios en nuestra vida diaria, no solo administramos bien los recursos de Dios, sino que también demostramos nuestra fe en el Dios vivo, quien es generoso y nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos de manera que glorifique Su nombre.

Que cada decisión financiera que tomemos refleje nuestra dependencia de Su provisión y nuestra dedicación a Su servicio.

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