Juicio a Ludovick Muggleton

El 17 de enero de 1677 (Historia Moderna),  tuvo lugar el juicio de Ludovick Muggleton, un controvertido líder religioso que, con su ferviente predicación, había logrado reunir un considerable número de seguidores y al mismo tiempo irritar a las autoridades de Londres

Muggleton se autoproclamaba como uno de los dos testigos mencionados en el capítulo 11 del libro de Apocalipsis, un pasaje que, según la interpretación cristiana tradicional, se refiere a dos figuras proféticas que desempeñarían un papel crucial en los acontecimientos del fin de los tiempos. 

Con esta afirmación, Muggleton no solo desafiaba la ortodoxia religiosa de su época, sino que también cuestionaba el orden social y político establecido.

Ludovick Muggleton, junto con su primo John Reeve, había fundado un movimiento religioso conocido como la secta de los Muggletonianos. Esta secta, a pesar de su pequeño tamaño en comparación con otros grupos religiosos contemporáneos, ganó notoriedad por sus peculiares creencias y prácticas. 

Entre ellas destacaba la idea de que Muggleton y Reeve eran los últimos profetas enviados por Dios, los “testigos finales” del Apocalipsis, y que sus palabras tenían la autoridad divina para condenar o salvar almas. 

Además, los Muggletonianos rechazaban la doctrina de la Trinidad, así como la predicación pública y la estructura jerárquica de las iglesias convencionales. Creían firmemente en una relación directa y personal con Dios, sin intermediarios clericales.

Las actividades de Muggleton, que incluían no solo proclamar su supuesto mandato divino sino también lanzar maldiciones públicas contra sus detractores, pronto atrajeron la atención de las autoridades civiles y religiosas. 

En una época marcada por la estricta regulación de las expresiones religiosas y por el temor al desorden social, la insistencia de Muggleton en su papel profético y su práctica de maldecir a quienes no aceptaban sus enseñanzas se consideraban una amenaza al orden público. 

Además, sus escritos, que incluían interpretaciones radicales de las Escrituras y ataques a otras denominaciones cristianas, contribuyeron a consolidar su reputación como un líder religioso problemático.

El juicio de Ludovick Muggleton en 1677 culminó en una condena severa. Las autoridades londinenses, decididas a poner fin a sus actividades perturbadoras, lo sentenciaron a varios castigos humillantes y punitivos. 

Se le ordenó pasar tres días consecutivos en la picota, una especie de poste público en el que los condenados eran expuestos a la burla y el escarnio de los transeúntes. 

Esta pena se llevó a cabo en tres ubicaciones diferentes de Londres, asegurándose de que la mayor cantidad posible de ciudadanos presenciara su humillación. Además, Muggleton fue multado con la elevada suma de 500 libras, una cantidad que en su tiempo representaba un peso financiero considerable. 

En caso de no poder pagarla, enfrentaba la posibilidad de permanecer encarcelado. Para agravar su castigo, se ordenó que sus libros, en los cuales había plasmado sus enseñanzas y declaraciones proféticas, fueran quemados públicamente. 

Este acto no solo simbolizaba la supresión de sus ideas, sino que también buscaba disuadir a otros de seguir sus pasos.

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A pesar de estas medidas, el movimiento muggletoniano no desapareció de inmediato. 

Aunque disminuyó en número y prominencia, sus seguidores continuaron reuniéndose en pequeños grupos durante los siglos posteriores, manteniendo algunas de las creencias y prácticas originales. 

Sin embargo, con el tiempo, la secta se desvaneció y dejó de existir como un movimiento religioso activo. 

No obstante, la historia de Ludovick Muggleton y su juicio en 1677 sigue siendo un ejemplo destacado de las tensiones entre la disidencia religiosa, la autoridad civil y las normas sociales en la Inglaterra de la época moderna temprana.

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