La Buena Fama, Eclesiastés 7:1a

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«Mejor es la buena fama que el buen ungüento.» Eclesiastés 7:1a (RVR1960)

Este versículo resalta el valor de una reputación intachable sobre las posesiones materiales, una enseñanza que resuena profundamente en el área de la mayordomía financiera.

Analizando las palabras clave en el hebreo original, encontramos que «mejor» (טוֹב, tov) implica algo que es no solo deseable, sino también beneficioso en un sentido moral y espiritual.

«Buena» (טוֹבָה, tovah) refuerza esta idea de calidad y virtud.

La «fama» (שֵׁם, shem) se refiere al nombre o reputación de una persona, lo cual es fundamental para la confianza y credibilidad.

Finalmente, «ungüento» (שֶׁמֶן, shemen) simboliza las riquezas materiales o lujos, que aunque valiosos, son temporales.

Este versículo nos enseña que, como siervos de nuestro Señor Jesucristo, debemos priorizar la integridad y la buena reputación sobre la acumulación de riquezas materiales que, aunque son del Señor, no son el propósito final de nuestra vida.

Proverbios 22:1 complementa esta enseñanza: «De más estima es el buen nombre que las muchas riquezas, y la buena fama más que la plata y el oro.» Aquí, se enfatiza que las riquezas verdaderas no se encuentran en el dinero o los bienes materiales, sino en la manera en que nos conducimos y representamos a Cristo en nuestras acciones diarias.

Como administradores de Sus recursos, nuestra responsabilidad es actuar con honestidad y justicia, reflejando Su carácter en nuestro manejo financiero.

En la práctica, uno de los principios más representativos de Eclesiastés 7:1 es la importancia de vivir dentro de nuestras posibilidades y evitar la deuda innecesaria, que puede dañar nuestra reputación y testimonio como ministros de Cristo.

Un ejemplo práctico es cuando priorizamos pagar nuestras obligaciones financieras de manera puntual y honrada, aunque esto signifique posponer deseos personales o lujo temporal.

Este enfoque demuestra sabiduría y fidelidad en nuestra mayordomía, poniendo el buen nombre por encima del beneficio inmediato.

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En conclusión, al aplicar estos principios en nuestra vida diaria, honramos a Dios al manejar las finanzas de manera íntegra y prudente.

Reconocemos que todas las riquezas pertenecen al Señor y somos simplemente mayordomos para hacer Su voluntad, llamados a administrar con responsabilidad y sabiduría.

Al enfocarnos en mantener una reputación que glorifique a Dios, no solo gestionamos adecuadamente Sus recursos, sino que también dejamos un legado espiritual que trasciende el valor temporal de las posesiones terrenales.

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