“Con peligro de nuestras vidas traíamos nuestro pan ante la espada del desierto.” Lamentaciones 5:9 (RVR1960)
Este versículo nos lleva a reflexionar sobre la realidad de enfrentar dificultades extremas para obtener lo necesario para sobrevivir.
En el contexto de la mayordomía financiera, se nos presenta la imagen de un pueblo que, bajo condiciones de gran adversidad, lucha por traer su pan a la mesa, simbolizando los recursos esenciales para la vida.
Este pan, que es el sustento diario, se obtiene a costa de grandes riesgos, lo cual resalta la importancia de valorar y manejar con prudencia los recursos que tenemos, especialmente cuando estos han sido adquiridos con esfuerzo y bajo circunstancias peligrosas.
Analizando las palabras clave en el hebreo original, podemos profundizar en su significado y extraer principios aplicables a la administración financiera:
La palabra «peligro» (hebreo: be-sakanat) nos muestra la situación de riesgo extremo en la que el pueblo se encontraba. Este término subraya la vulnerabilidad y la necesidad de tomar decisiones sabias y bien calculadas, especialmente cuando nuestras finanzas están en juego.
Como administradores de los recursos que el Señor nos ha dado, debemos ser conscientes de los peligros de las decisiones imprudentes o arriesgadas que pueden poner en peligro nuestra estabilidad financiera y, por ende, nuestras vidas.
«Vidas» (hebreo: nafshenu), hace referencia a las almas o vidas mismas que estaban en peligro. Esto nos recuerda que nuestras finanzas no solo afectan nuestro bienestar material, sino también nuestra paz y seguridad personal.
Como ministros del Evangelio, debemos asegurarnos de que nuestras decisiones financieras reflejen el valor que damos a la vida que Dios nos ha concedido, manejando Sus recursos de manera que preserven y protejan nuestra integridad y la de quienes nos rodean.
«Traíamos» (hebreo: hevi’nu) se refiere al acto de traer o llevar algo consigo, en este caso, el pan. Este término implica esfuerzo, movimiento y acción deliberada. En la mayordomía financiera, esto se traduce en la diligencia necesaria para asegurar que lo que ganamos y llevamos a nuestras casas sea fruto de un trabajo honesto y justo, reconociendo siempre que el sustento que traemos es provisto por nuestro Señor Jesucristo, quien es la fuente de todas las riquezas.
«Pan» (hebreo: lechem), el sustento básico, representa aquí no solo el alimento físico, sino todo lo necesario para vivir, incluyendo los bienes materiales que poseemos.
La Biblia nos enseña en Deuteronomio 8:18 que es Dios quien nos da el poder para hacer riquezas. Este pan, por tanto, debe ser recibido con gratitud y manejado con sabiduría, entendiendo que somos simplemente mayordomos de lo que en realidad pertenece al Señor.
«Espada» (hebreo: chereb) y «desierto» (hebreo: midbar) simbolizan los peligros y las dificultades del entorno en el que se encuentran. La espada representa el riesgo de perder lo que tenemos, mientras que el desierto simboliza las pruebas y la escasez.
Esos elementos nos llaman a ser conscientes de las circunstancias en las que operamos financieramente y a estar preparados para enfrentar adversidades con fe y prudencia.
Un principio clave que se desprende de este análisis es la necesidad de una mayordomía que sea consciente de los riesgos y que valore el esfuerzo y el sacrificio que conlleva obtener los recursos.
Proverbios 10:4-5 complementa este pensamiento: «La mano negligente empobrece, mas la mano de los diligentes enriquece. El que recoge en el verano es hombre entendido; El que duerme en el tiempo de la siega es hijo que avergüenza.» Este versículo refuerza la idea de que la diligencia y la preparación son esenciales para manejar correctamente los recursos que Dios nos confía.
Un ejemplo práctico de este principio podría ser el ahorro y la inversión cuidadosa en tiempos de bonanza, preparándonos para enfrentar posibles adversidades futuras, como una crisis económica o una pérdida inesperada de ingresos.
Al tomar decisiones financieras prudentes y sabias, estamos no solo protegiendo nuestra estabilidad, sino también honrando al Señor con nuestra administración.
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En resumen, el versículo de Lamentaciones 5:9 nos desafía a ser mayordomos conscientes del valor y el esfuerzo detrás de cada recurso que manejamos.
En un mundo lleno de peligros y desafíos, debemos actuar con diligencia, prudencia y una dependencia continua de nuestro Señor Jesucristo, asegurando que nuestras decisiones financieras reflejen Su sabiduría y protejan tanto nuestras vidas como las de aquellos a quienes servimos.
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