“Teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón.” Hebreos 11:26 (RVR1960)
Este versículo de Hebreos 11:26 nos presenta a Moisés como un ejemplo de mayordomía financiera y espiritual, que valora las riquezas eternas sobre las temporales.
La exégesis de este pasaje revela que Moisés, al renunciar a los tesoros de Egipto, eligió el sufrimiento asociado con Cristo como una riqueza mucho mayor. Este acto de fe y sacrificio nos enseña que los siervos de Dios deben priorizar las bendiciones espirituales y eternas sobre los bienes materiales, reconociendo que nuestro Señor Jesucristo es la fuente de todas las verdaderas riquezas.
Al analizar las palabras clave en su idioma original, obtenemos un entendimiento más profundo de este principio. La palabra griega «πλοῦτος» (ploutos), traducida como «riquezas«, denota abundancia o plenitud de bienes. Sin embargo, Moisés consideró que el «vituperio de Cristo» era una riqueza mayor.
Eso nos enseña que, como administradores del Señor, debemos reevaluar lo que consideramos riqueza, entendiendo que las verdaderas riquezas son aquellas que se encuentran en Cristo, no en los bienes materiales que el mundo ofrece.
La frase «ὀνειδισμὸν τοῦ Χριστοῦ» (oneidismon tou Christou), traducida como «vituperio de Cristo«, se refiere a la vergüenza o desprecio que se sufre por causa de seguir a Cristo.
Moisés valoró este sufrimiento como una riqueza, lo que nos recuerda que, como ministros del Señor, debemos estar dispuestos a sacrificar el confort y la prosperidad terrenal por la causa de Cristo, sabiendo que las recompensas eternas superan cualquier pérdida temporal.
El término «θησαυροὺς» (thēsaurous), traducido como «tesoros«, hace referencia a las riquezas materiales, específicamente las de Egipto, que en la época de Moisés representaban uno de los mayores símbolos de poder y prosperidad. Sin embargo, Moisés consideró estos tesoros como algo menor en comparación con las bendiciones eternas.
Como esclavos voluntarios de Cristo, debemos manejar los tesoros materiales con la consciencia de que son temporales y que nuestra verdadera riqueza se encuentra en las promesas de Dios.
Finalmente, la palabra «μισθαποδοσίαν» (misthapodosian), traducida como «galardón«, se refiere a la recompensa divina, una recompensa que Moisés esperaba con paciencia.
Ese enfoque en el galardón eterno nos enseña que, como mayordomos de los bienes del Señor, debemos mantener nuestra mirada en la recompensa que Dios nos ha prometido, y no en las ganancias temporales que el mundo ofrece.
Un versículo adicional que apoya este principio es Mateo 6:19-21, donde Jesús nos advierte: «No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.» Este versículo subraya la importancia de invertir en lo eterno, reconociendo que nuestras verdaderas riquezas están en el cielo, no en la tierra.
Consideremos un ejemplo práctico: Un cristiano que trabaja en un entorno empresarial tiene la oportunidad de involucrarse en negocios que le prometen grandes ganancias, pero que comprometen sus principios cristianos. Este creyente, inspirado por el ejemplo de Moisés, elige renunciar a esas oportunidades, a pesar de las riquezas que podría acumular, para mantenerse fiel a Cristo. Al hacerlo, demuestra que valora más el «vituperio de Cristo» que los «tesoros de los egipcios», manteniendo su mirada en el galardón eterno.
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En resumen, los principios extraídos de este versículo nos enseñan a valorar las riquezas espirituales sobre las materiales, a estar dispuestos a sufrir por la causa de Cristo y a mantener nuestra mirada en la recompensa eterna que nos espera. Aplicar estos principios en nuestra vida diaria nos permitirá manejar las finanzas de manera que honre a Dios, reconociendo que todos los bienes, dinero y riquezas que manejamos son del Señor y deben ser usados para Su gloria y para la expansión de Su Reino. Como administradores fieles, seremos verdaderos siervos de nuestro Señor Jesucristo, honrando Su nombre y reflejando Su amor en cada decisión que tomemos.
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