Las Promesas del Mundo y de Satanás rara vez se Cumplen

Entendemos que William Greenhill, en su enseñanza y escritura, se enfocó primordialmente en aspectos espirituales, explorando profundamente las dimensiones de la fe y la relación del creyente con Dios.

Sin embargo, su enfoque no se limitaba exclusivamente a lo espiritual; también abarcaba de manera amplia otras áreas de la vida, incluidas las finanzas.

Esta inclusión de las finanzas en su discurso refleja una comprensión bíblica de la vida, donde lo espiritual y lo material no se ven como compartimentos separados, sino como elementos interconectados de la existencia humana bajo la soberanía de Dios.

La cita de Greenhill, “Las promesas del mundo y del diablo rara vez se cumplen… las promesas de Dios son seguras”, también se aplica de manera pertinente al ámbito financiero.

Desde una perspectiva bíblica, este principio se sostiene al considerar la naturaleza pasajera y a menudo incierta de las riquezas terrenales en contraste con la fiabilidad y la eternidad de las promesas divinas.

La Escritura nos enseña a no poner nuestra confianza en las riquezas, que son inciertas, sino en Dios, quien nos provee abundantemente de todo lo necesario para disfrutar (1ª Timoteo 6:17).

El manejo de las finanzas, entonces, se convierte en un reflejo de nuestra fe y confianza en Dios. Proverbios 3:9-10 nos insta a honrar a Dios con nuestras riquezas y con los primeros frutos de todos nuestros ingresos, prometiendo que, al hacerlo, nuestros graneros se llenarán hasta rebosar.

Eso no debe entenderse como una fórmula mecánica para la prosperidad, sino como un principio de confianza en que Dios cuidará de nuestras necesidades materiales mientras buscamos su reino en primer lugar (Mateo 6:33).

Además, la generosidad y el cuidado de los necesitados son aspectos fundamentales de una vida financiera guiada por principios bíblicos. 2ª Corintios 9:6-7 enseña que Dios ama al dador alegre y que aquel que siembra generosamente, también cosechará generosamente.

La administración financiera, en este contexto, va más allá de la mera acumulación y se convierte en una herramienta para el ministerio y el servicio.

En resumen, cuando Greenhill habla de que “las promesas de Dios son seguras”, nos recuerda que nuestra seguridad última no reside en la estabilidad financiera, sino en las promesas de Dios.

Esto nos lleva a una perspectiva donde las finanzas se manejan con sabiduría, generosidad y una profunda confianza en Dios, reflejando nuestro compromiso con los valores eternos del reino de Dios por encima de las incertidumbres temporales del mundo.

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