Pagar Impuestos; Romanos 13:6

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Pues por esto pagáis también los tributos, porque son servidores de Dios que atienden continuamente a esto mismo.” Romanos 13:6 (RVR1960)

Este versículo subraya un principio importante: nuestra obediencia en pagar tributos o impuestos no solo es un acto de responsabilidad civil, sino una expresión de nuestra sumisión a la autoridad divina. 

La exégesis nos muestra que Pablo está instruyendo a los creyentes a reconocer que las autoridades terrenales tienen un papel ordenado por Dios, y como tales, deben ser respetadas en su función. 

Al cumplir con esta responsabilidad, los siervos de Cristo demuestran fidelidad a los mandatos de Dios y honran Su soberanía.

En el idioma original griego, la palabra clave “tributos” es φόρους (phorous), que se refiere a impuestos directos, como los que se cobraban a las personas y propiedades en el contexto romano. 

La frase “servidores de Dios” utiliza el término λειτουργοὶ (leitourgoi), que se traduce como ministros o servidores públicos que cumplen una tarea divina en el mantenimiento del orden y la justicia. 

Finalmente, “atienden continuamente” proviene del griego προσκαρτεροῦντες (proskarterountes), que implica una dedicación constante y diligente. 

Estos términos refuerzan que las autoridades ejercen su labor como parte del plan de Dios, y nosotros, como administradores de los bienes que Jesús nos ha encomendado, debemos cumplir con estas obligaciones como una forma de glorificar a nuestro Señor.

Un principio bíblico relevante extraído de este análisis es que nuestra gestión de las finanzas debe reflejar obediencia, integridad y responsabilidad, reconociendo que todo lo que administramos pertenece al Señor. 

Este principio está en armonía con Salmos 24:1, que declara: “De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan.” Al entender que incluso nuestras obligaciones civiles están dentro del diseño de Dios, se reafirma que las riquezas, bienes y recursos son suyos, no nuestros, y estamos llamados a manejarlos conforme a Su voluntad.

Un ejemplo práctico sería el cumplimiento puntual y honesto del pago de impuestos, reconociendo que no se trata solo de una imposición humana, sino de un acto de obediencia a Dios. Por ejemplo, si una dueña de casa enfrenta la tentación de evadir impuestos para quedarse con más dinero, debe recordar que la riqueza no le pertenece, sino que le fue confiada por Cristo Jesús. 

Al actuar con integridad y transparencia, se convierte en un testimonio vivo de la fidelidad a los principios del Reino de Dios.

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El llamado a pagar tributos es más que un deber social; es un acto de sumisión al plan divino y una forma de glorificar a Jesús como la fuente de todas las riquezas. 

Cuando las finanzas se gestionan con honestidad, transparencia y en obediencia a Su Palabra, los administradores reflejan el carácter de Cristo y cumplen su propósito en este mundo, sometiendo sus pensamientos y decisiones a la voluntad de Dios. 

Este principio puede aplicarse en la vida diaria al priorizar el uso correcto de los recursos, no solo para cumplir con nuestras responsabilidades, sino también para honrar al Señor con lo que Él ha encargado a nuestra mayordomía.

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