“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.” 2ª Timoteo 2:15 (RVR1960).
En este versículo, el apóstol Pablo exhorta a Timoteo a que se esmere en presentarse ante Dios de manera que sea aprobado, desempeñando su labor sin motivo de vergüenza, y manejando correctamente la palabra de verdad.
La palabra «procura» proviene del griego «σπούδασον» (spoudason), que significa esforzarse o apresurarse con diligencia. Este esfuerzo no es casual ni a medias, sino que implica un compromiso intencional y constante, algo que también se aplica en la administración de las finanzas, donde debemos ser diligentes y conscientes de que todo recurso que manejamos pertenece a nuestro Señor Jesucristo.
Como siervos suyos, estamos llamados a administrar Sus recursos con responsabilidad y sabiduría.
El término «diligencia«, del griego «σπουδή» (spoudē), enfatiza la necesidad de actuar con rapidez y esmero, reconociendo la importancia de nuestro rol como administradores de los bienes del Señor.
Esta diligencia es esencial no solo en el manejo de la palabra de verdad, sino también en cómo gestionamos las finanzas y recursos que se nos han confiado.
Somos obrero, o «ἐργάτης» (ergatēs), que implica alguien que trabaja con esfuerzo y dedicación, no solo en su ministerio, sino también en cómo manejamos cada aspecto de nuestras vidas, incluyendo las finanzas, de manera que nuestras acciones reflejen nuestra fidelidad al Señor.
El objetivo es ser «aprobado«, del griego «δόκιμος» (dokimos), que se refiere a algo que ha sido probado y encontrado genuino o valioso. Nuestro manejo de los bienes del Señor debe pasar la prueba de ser aprobado por Dios, demostrando que hemos sido fieles en lo poco, para ser fieles también en lo mucho.
Al usar bien, «ὀρθοτομοῦντα» (orthotomounta), la palabra de verdad, mostramos que tenemos una comprensión correcta de las Escrituras y que aplicamos esa verdad en la gestión de los recursos, asegurando que cada decisión financiera esté alineada con los principios bíblicos.
Un ejemplo práctico de este principio es cómo manejamos los ingresos. Si somos diligentes en planificar, ahorrar y dar generosamente, mostrando que cada centavo es administrado con la conciencia de que pertenece al Señor, estamos siguiendo el mandato de ser buenos mayordomos.
Por ejemplo, al crear un presupuesto que refleje las prioridades cristianas, como ofrendar y apoyar a aquellos en necesidad, mostramos que somos siervos fieles que no tienen de qué avergonzarse.
También le interesaría:
En conclusión, la exhortación de Pablo a Timoteo es un recordatorio constante de que nuestras vidas, incluidos Sus recursos financieros, deben ser gestionados de manera que honre a Dios.
Al aplicar estos principios en nuestra vida diaria, como ministros del Señor, podemos estar seguros de que nuestras acciones reflejan nuestra fidelidad y devoción a Cristo, quien es la fuente de todas las riquezas.
De esta manera, no solo seremos aprobados por Dios, sino que también daremos testimonio de su bondad y provisión en todo lo que hacemos.
Deja una respuesta