William Carey; incendio

El 11 de marzo de 1812 (Historia Contemporánea), marcó un día devastador pero también profundamente revelador en la vida y ministerio del misionero William Carey. En SeramporeIndia, un incendio arrasó con su imprenta, consumiendo no solo papel y tinta, sino años de trabajo intelectual, lingüístico y espiritual. Carey, pionero de la obra misionera moderna, había invertido incontables horas traduciendo las Escrituras, elaborando gramáticas y confeccionando un diccionario políglota de gran envergadura. 

Todo ello fue reducido a cenizas en cuestión de horas. El fuego destruyó también los juegos de tipos móviles para catorce lenguas orientales, herramientas vitales para la impresión de Biblias y otros textos educativos y evangelísticos.

Lo perdido no era solo material. Representaba años de minuciosa investigación, largas noches de trabajo, colaboración con eruditos locales y la esperanza de alcanzar a millones con la Palabra de Dios en sus lenguas nativas. 

También se perdieron traducciones completas de la Biblia, algunas de las cuales no tenían copia alguna. Para cualquier hombre, este golpe habría significado el fin de la empresa. Pero Carey no era cualquier hombre.

Frente a semejante tragedia, Carey pronunció palabras que hasta hoy inspiran a generaciones de cristianos y misioneros: “La pérdida es pesada, pero así como viajar por un camino por segunda vez suele hacerse con mayor facilidad y certeza que la primera, así confío en que el trabajo no perderá nada de valor real… Estamos abatidos, pero no desesperados.” 

Esas palabras, impregnadas de una confianza serena en la soberanía de Dios, reflejan no solo su carácter, sino su teología profundamente reformada. Para Carey, la Providencia de Dios no había sido interrumpida por el fuego; por el contrario, la tragedia misma estaba bajo Su control y sería, en última instancia, usada para bien.

La noticia del incendio se propagó rápidamente por Europa y América. Lejos de debilitar su causa, el desastre provocó una oleada de apoyo sin precedentes. Su nombre se hizo aún más conocido entre las iglesias y sociedades misioneras. 

Llegaron generosos fondos desde Inglaterra y otras naciones, y también un renovado flujo de voluntarios dispuestos a servir junto a él. Lo que parecía una pérdida irreparable se convirtió, por medio de la gracia divina, en una oportunidad de reconstrucción con aún mayor alcance.

También le interesaría:

Carey y su equipo no solo rehicieron el trabajo perdido, sino que lo superaron. 

En los años siguientes, la imprenta de Serampore volvió a producir traducciones bíblicas, gramáticas y obras educativas en más de 30 lenguas. 

Esta resiliencia, nacida de una fe firme y una visión clara del llamado misionero, ha quedado como un legado para toda la iglesia. 

El incendio del 11 de marzo de 1812, aunque trágico, se convirtió en uno de los momentos más reveladores del poder de Dios para sacar belleza de las cenizas, y de la determinación de un hombre cuya vida estaba totalmente entregada al Reino.

Comparte en tus redes


Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *