Dios es el Amo, Hageo 2:8

«Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos» Hageo 2:8.

Este versículo establece una verdad fundamental en la mayordomía financiera: todos los recursos, sean materiales o monetarios, pertenecen al Señor, y nosotros somos únicamente Sus siervos, llamados a administrar con fidelidad lo que Él nos ha confiado.

Este principio nos guía a manejar las finanzas de una manera que honre a Dios, reconociendo que cada bien y cada riqueza provienen de Él y son para Su gloria.

Al examinar las palabras clave de este versículo en su idioma original, encontramos profundos significados que enriquecen nuestra comprensión de la mayordomía.

La palabra «mía» (לי, li) en hebreo subraya la posesión absoluta de Dios sobre todo lo creado.

La «plata» (כֶּסֶף, kesef) y el «oro» (זָהָב, zahav) representan no solo los metales preciosos, sino también todos los recursos y riquezas que manejamos como administradores en este mundo.

El hecho de que Dios declare que estos son «míos» reafirma que ninguna riqueza es verdaderamente nuestra; somos simples custodios de lo que pertenece a nuestro Señor. Este entendimiento se alinea con lo que Jesús nos enseña en Lucas 16:10: «El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto.«

Como administradores de los bienes del Señor, debemos ser fieles en cómo manejamos incluso los recursos más pequeños, sabiendo que nuestro manejo reflejará nuestra fidelidad y obediencia a Dios.

Un ejemplo práctico de este principio se puede ver en la manera en que un administrador fiel maneja las finanzas del Señor. Supongamos que recibe una suma de dinero inesperada. En lugar de verlo como una oportunidad para indulgencias personales, lo ve como una responsabilidad y busca formas de invertirlo sabiamente, tal vez apoyando una obra misionera o invirtiendo en algo que produzca un retorno que beneficie al Reino de Dios.

Este tipo de decisión demuestra una comprensión de que las riquezas no son nuestras, sino que pertenecen al Señor, y que debemos administrarlas con diligencia y temor de Dios.

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En resumen, al aplicar los principios bíblicos derivados de Hageo 2:8, podemos manejar las finanzas de una manera que honre a Dios y refleje nuestra posición como administradores fieles de lo que es Su propiedad.

Al recordar constantemente que toda la plata y el oro son del Señor, cultivamos una actitud de humildad y reverencia en la manera en que gestionamos los recursos que Él nos ha confiado, asegurándonos de que cada decisión financiera que tomemos glorifique Su nombre y avance Su Reino.

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