Siembra Diversa, Eclesiastés 11:6

Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tu mano; porque no sabes cuál es lo mejor, si esto o aquello, o si lo uno y lo otro es igualmente bueno”. Eclesiastés 11:6

En ese versículo de Eclesiastés encontramos una exhortación a la diligencia y a la acción constante.

El verbo hebreo «siembra» (זָרַע, zara) implica una acción deliberada y continua, recordándonos que la siembra es un acto de fe y obediencia, reconociendo que el crecimiento y la cosecha dependen del Señor.

La «semilla» (זֶרַע, zera) simboliza no solo los recursos materiales que invertimos, sino también las acciones de fe que emprendemos, conscientes de que todo proviene de Dios y debe ser utilizado para Su gloria.

La palabra «reposar» (נָחָה, nacha) en el hebreo original implica la idea de descansar o dejar de trabajar. Sin embargo, en este contexto, se nos instruye a no permitir que nuestras manos descansen en la labor de sembrar.

Esto subraya la importancia de la persistencia y la diligencia en nuestra mayordomía, recordando que, como ministros de Cristo, nuestra labor en la administración de los recursos del Señor debe ser constante y sin descanso.

Un principio clave que se desprende de este versículo es la importancia de la diversificación y la constancia en nuestras acciones financieras. Jesús mismo enseñó sobre la importancia de ser fieles en lo poco para ser confiados con más (Lucas 16:10).

Como mayordomos, debemos ser diligentes en sembrar en distintas áreas, confiando en que el Señor, la fuente de todas las riquezas, prosperará nuestros esfuerzos según Su voluntad.

Por ejemplo, un siervo que administra bien sus recursos no colocará toda su confianza en una sola inversión o fuente de ingresos. En lugar de eso, diversificará sus inversiones y persistirá en su trabajo, sabiendo que no puede prever cuál de sus esfuerzos será más fructífero, pero confiando en que el Señor bendecirá la obra de sus manos según Su perfecta sabiduría.

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En resumen, el principio de Eclesiastés 11:6 nos enseña a ser diligentes y constantes en nuestras acciones, reconociendo que todos los bienes y recursos son del Señor y que nuestro papel como administradores es utilizar esos recursos para Su gloria.

Al aplicar estos principios en nuestra vida diaria, manejaremos las finanzas de manera que no solo nos beneficie a nosotros, sino que también honre al Señor y cumpla con Su propósito eterno.

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