“Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos.” 2ª Timoteo 3:2 (RVR1960)
Este versículo a Timoteo es una advertencia sobre los peligros que acechan en los últimos tiempos, caracterizados por un enfoque desviado del propósito para el cual hemos sido creados: glorificar a Dios y servirle fielmente.
La exégesis de este pasaje nos muestra una lista de actitudes y comportamientos que se oponen directamente a la mayordomía bíblica y que tienen profundas implicaciones en la administración de los bienes y recursos que el Señor nos ha confiado.
Al analizar las palabras clave en su idioma original, podemos desglosar principios bíblicos que nos advierten sobre las trampas del mal uso de los recursos.
La frase griega «φίλαυτος» (philautos), traducida como «amadores de sí mismos«, denota un amor propio egoísta, que se opone al mandato cristiano de amar a Dios y al prójimo.
Como siervos del Señor, nuestra administración financiera debe estar guiada por un amor hacia Dios y hacia los demás, no por un amor desordenado hacia nosotros mismos.
Cuando permitimos que el egoísmo guíe nuestras decisiones financieras, desviamos los recursos del Señor hacia fines que no honran Su nombre.
El término «φιλάργυρος» (philargyros), traducido como «avaros«, se refiere al amor al dinero, una trampa común que nos aleja del verdadero propósito de los recursos.
Como administradores, debemos recordar que todas las riquezas son del Señor, y nuestra relación con el dinero debe ser de servicio, no de avaricia.
Un corazón avaro no puede servir a Dios plenamente, pues siempre buscará acumular para sí mismo en lugar de invertir en el Reino.
La palabra «ἀλαζών» (alazōn), traducida como «vanagloriosos«, indica una actitud de jactancia y orgullo. En la administración financiera, esto se traduce en el deseo de aparentar, de gastar los recursos del Señor para nuestra propia exaltación en lugar de usarlos con humildad y sabiduría.
Nuestro llamado como ministros del Señor es manejar los bienes con la conciencia de que somos simples mayordomos, no dueños, y que toda gloria debe ser dada a Dios.
La descripción «ὑπερήφανος» (hyperēphanos), que se traduce como «soberbios«, es un reflejo de una actitud arrogante que puede llevar a la presunción y el mal uso de los recursos.
La soberbia financiera puede manifestarse en decisiones imprudentes, en el gasto desmedido, o en la incapacidad de reconocer que dependemos completamente de la provisión del Señor.
Como esclavos voluntarios de Cristo, debemos recordar que toda sabiduría y discernimiento para manejar los bienes provienen de Él.
Un versículo que complementa esta enseñanza es Proverbios 11:28, que dice: «El que confía en sus riquezas caerá; mas los justos reverdecerán como ramas.» Este versículo subraya la inutilidad de poner nuestra confianza en las riquezas, recordándonos que la verdadera seguridad está en el Señor, quien es la fuente de toda prosperidad.
Consideremos un ejemplo práctico: imagina a un creyente que, por querer demostrar su estatus, gasta desmedidamente en bienes de lujo, olvidando su compromiso de ayudar a otros y de contribuir a la obra del Señor.
Esta persona, guiada por la vanagloria y la soberbia, no solo pone en peligro su estabilidad financiera, sino que también falla en su responsabilidad como mayordomo de los recursos de Dios.
En lugar de glorificar a Dios con sus bienes, los usa para su propio beneficio, olvidando que todo lo que tiene proviene del Señor.
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En resumen, los principios extraídos de este versículo nos llaman a evitar las trampas del amor propio, la avaricia, la vanagloria y la soberbia en nuestra administración financiera.
Aplicar estos principios en nuestra vida diaria nos permitirá manejar los recursos del Señor con humildad, sabiduría y un corazón que busca honrar a Dios en todo.
Así, como verdaderos administradores, reflejaremos la gloria de nuestro Señor Jesucristo en cada decisión financiera que tomemos, reconociendo que todo lo que tenemos es Su posesión y que somos llamados a usarlo para Su honra.
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