“Porque es necesario que el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas.” Tito 1:7 (RVR1960)
Este versículo a Tito establece los requisitos esenciales para aquellos que son llamados a ser líderes en la Iglesia, con una mención especial a la integridad en la administración de los recursos que el Señor ha confiado.
La exégesis de este pasaje nos muestra que la vida de un obispo, o cualquier líder en el cuerpo de Cristo, debe ser un ejemplo de santidad y responsabilidad, reflejando la pureza y la rectitud de nuestro Señor Jesucristo, quien es la fuente de todas las riquezas.
Como siervos del Señor, nuestro manejo de los recursos, ya sean materiales o espirituales, debe ser irreprochable, evitando cualquier forma de deshonestidad o codicia.
Analizando las palabras clave en el idioma original, se profundiza en los principios fundamentales de la mayordomía cristiana. La palabra griega «ἀνέγκλητος» (anegklētos), traducida como «irreprensible«, implica que el obispo debe ser alguien contra quien no se puede hacer ninguna acusación.
Ese nivel de integridad es vital para nosotros como administradores de los bienes del Señor, ya que debemos manejar estos recursos de tal manera que nuestra conducta no dé lugar a reproches o sospechas. Ser irreprensibles en nuestra administración significa que nuestras acciones financieras deben estar siempre alineadas con la justicia y la transparencia que nuestro Señor demanda.
El término «οἰκονόμος» (oikonomos), que se traduce como «administrador de Dios«, subraya que nuestro papel no es de propietarios, sino de mayordomos responsables de los bienes del Señor.
Todo lo que poseemos, sea dinero, tiempo o talentos, nos ha sido confiado para que lo usemos conforme a la voluntad de Dios, para Su gloria y para el beneficio de Su Reino.
Como ministros del Evangelio, debemos estar conscientes de que nuestras decisiones financieras tienen un impacto directo en cómo reflejamos la naturaleza generosa y justa de nuestro Señor.
La palabra «αἰσχροκερδής» (aischrokerdēs), traducida como «codicioso de ganancias deshonestas«, señala un peligro que todo esclavo voluntario de Cristo debe evitar: la tentación de obtener beneficio personal mediante prácticas deshonestas.
La codicia y la deshonestidad en la gestión de los recursos del Señor no solo comprometen nuestra integridad, sino que también traicionan la confianza que Dios ha puesto en nosotros como Sus mayordomos.
La verdadera riqueza no se encuentra en la acumulación de bienes a través de medios cuestionables, sino en la fidelidad a la administración del tesoro celestial que se nos ha encomendado.
Un versículo adicional que complementa este principio es 1ª Pedro 5:2, que exhorta: «Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto.»
Ese versículo refuerza la necesidad de administrar los recursos del Señor con un corazón puro y desinteresado, sirviendo a los demás con dedicación y sinceridad.
Para ilustrar uno de los principios más representativos de este versículo, consideremos el ejemplo de un líder cristiano que maneja un fondo De la congregación local destinado a ayudar a los necesitados.
Este líder, siendo irreprensible y consciente de su papel como administrador de los recursos del Señor, se asegura de que cada centavo sea utilizado para su propósito, evitando cualquier tentación de utilizar los fondos para su beneficio personal.
Este líder muestra cómo la integridad y la responsabilidad en la gestión de los bienes de Dios no solo honran al Señor, sino que también edifican la confianza dentro del cuerpo de Cristo.
También le interesaría:
En resumen, los principios extraídos de este versículo nos llaman a una administración financiera caracterizada por la integridad, la transparencia y la fidelidad al Señor.
Aplicar estos principios en nuestra vida diaria nos permitirá manejar los recursos del Señor de una manera que glorifique Su nombre, asegurando que nuestras acciones reflejen la pureza y el amor de Cristo en cada decisión financiera que tomemos.
Así, como administradores fieles, seremos verdaderos siervos de nuestro Señor Jesucristo, honrando Su confianza y extendiendo Su Reino en todo lo que hacemos.
Deja una respuesta