Es imposible enumerar exhaustivamente a todos los hombres prósperos mencionados en las Escrituras. Desde Génesis hasta Apocalipsis, la Biblia presenta ejemplos de hombres que fueron prosperados por Dios, tanto material como espiritualmente.
Sin embargo, al hablar de prosperidad, no nos limitaremos al dinero, el oro, las propiedades o los negocios, sino que incluiremos también riquezas intangibles: valores, integridad, moral, familia, amor, y la presencia misma de Dios. Todo aquello que hace que lo tangible cobre verdadero sentido.
Desde el principio debe aclararse: no todos los hombres bíblicos fueron prósperos siempre, ni terminaron siéndolo. Algunos comenzaron con abundancia y la perdieron; otros fueron enriquecidos luego de pasar por escasez.
La verdadera prosperidad no se mide por la cantidad de bienes acumulados, sino por la bendición integral de Dios en cada área de la vida. Como dice Deuteronomio 8:18: “Sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas…”. Y añade el versículo 19, que si el pueblo se olvidaba de Él, perecería. Es decir, la prosperidad está condicionada por la comunión con Dios.
¿Y qué pasa con quienes prosperan sin Dios? Son prósperos, sí, pero no conforme al diseño divino. Pueden tener riqueza, pero carecen de dirección, propósito eterno y aprobación del cielo.
La Biblia enseña que la verdadera prosperidad incluye la fidelidad, la obediencia, el temor de Dios y la dependencia de su voluntad, como veremos a través de distintos personajes.
Adán. Adán fue el primer hombre próspero sobre la tierra. La prosperidad de Adán no se limitaba a posesiones, aunque también las tenía.
1. En Génesis 2:12, se menciona que había oro, bedelio y ónice en la región que rodeaba el Edén.
2. Toda la tierra era su heredad, y el huerto del Edén su casa, su dominio y su lugar de deleite.
3. Fue bendecido con esposa e hijos, lo que refleja riqueza familiar y relacional.
4. Mientras obedeció a Dios, vivió en prosperidad, pero al desobedecer, lo perdió todo: la comunión, el lugar, la paz y el propósito.
Abraham (y Lot). Abraham es uno de los ejemplos más completos de prosperidad íntegra.
1. En Génesis 13:2 se lo describe como “muy rico en ganado, en plata y en oro.”
2. En Génesis 14:23, Abraham rechaza riquezas del rey de Sodoma, diciendo: “Nada tomaré… para que no digas: Yo enriquecí a Abram.” Esto revela que deseaba ser prosperado solo por Dios, no por medios humanos.
3. En Génesis 24:35, se confirma que “Jehová ha bendecido mucho a mi amo… y le ha dado ovejas y vacas, plata y oro, siervos y siervas, camellos y asnos.”
4. Abraham no era ambicioso, sino generoso y desprendido, como se muestra al dejarle elegir a Lot las mejores tierras (Génesis 13:8-10).
5. Fue bendecido con un hijo de la promesa, Isaac, y una descendencia tan numerosa como las estrellas.
Lot, por su parte:
1. Fue bendecido por apalancamiento: su cercanía con Abraham lo enriqueció.
2. Pero su ambición lo llevó a Sodoma, y allí perdió todo: esposa, familia, reputación y paz.
3. Aunque comenzó próspero, terminó en decadencia, ejemplo de que la prosperidad sin dirección divina puede destruir.
José. José es el emblema de la prosperidad en medio de la adversidad.
1. Aunque vendido como esclavo, fue próspero porque Dios estaba con él (Génesis 39:2, 21, 23).
2. Fue fiel, sabio, íntegro, paciente y estratégico.
3. Administró en casa de Potifar, en la cárcel y luego en el gobierno de Egipto con igual excelencia.
4. Nunca se desvió del temor de Dios, y su prosperidad fue sostenida por su carácter y por la presencia del Señor.
5. A diferencia de otros, José no perdió su prosperidad al final, sino que fue fiel hasta el fin y vio cumplidos los sueños de su juventud.
Salomón. Salomón es famoso por su incomparable riqueza y sabiduría.
1. 1º Reyes 10:23 afirma: “el rey Salomón excedió a todos los reyes de la tierra en riquezas y en sabiduría.”
2. Su reino fue próspero como nunca antes en Israel: ingresos de oro, alianzas, tributos, comercio, arte y cultura.
3. Pero su corazón se desvió, y al final de su vida olvidó a Dios.
4. Su prosperidad fue grandiosa en lo material, pero se vació de propósito espiritual, concluyendo que “todo es vanidad” (Eclesiastés 1:2).
Asa. El rey Asa comenzó bien, pero terminó con un corazón dividido.
1. En 1º Reyes 15:9-24 y 2º Crónicas 14–16, Asa es descrito como un reformador fiel que destruyó ídolos y restauró el culto verdadero.
2. Fue militarmente exitoso, con ayuda de Dios, y gobernó con paz durante muchos años.
3. Sin embargo, hacia el final de su vida, confió más en alianzas humanas que en Dios (2 Crónicas 16).
4. No buscó a Dios ni siquiera cuando enfermó, y murió con el corazón endurecido.
5. Su historia es un recordatorio de que la fidelidad es lo que sostiene la prosperidad, no solo el buen comienzo.
Conclusión del Antiguo Testamento. Desde Adán hasta Asa, pasando por Abraham, José y Salomón, la Escritura muestra que la prosperidad no es un fin en sí mismo, sino el resultado de caminar con Dios, obedecerle y confiar en Él.
Muchos comenzaron ricos y terminaron pobres, y otros —como José— comenzaron en la oscuridad y terminaron brillando con la gloria de Dios.
La verdadera prosperidad no se trata simplemente de tener, sino de saber administrar, saber obedecer, y saber reconocer que todo viene de Dios.
Porque, como declara Deuteronomio 8:18, solo Él nos da el poder para hacer riquezas.
Hombres Prósperos en el Nuevo Testamento. En el NT la prosperidad ya no gira principalmente en torno a tierras, ganado o tesoros visibles como en el Antiguo Testamento, sino que se manifiesta más claramente en valores eternos, impacto espiritual, generosidad, integridad y fruto del Espíritu.
Sin embargo, también vemos hombres que fueron prosperados materialmente, y usaron sus recursos para el Reino de Dios.
Zacarías y Elisabet.
1. Lucas 1:6 dice que eran “justos delante de Dios, andando irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor.”
2. Aunque eran ancianos y sin hijos, fueron considerados ricos en fe, justicia y testimonio.
3. Su hijo, Juan el Bautista, sería el profeta del Altísimo, lo que muestra que su herencia espiritual fue su mayor riqueza.
José de Arimatea.
1. Mateo 27:57 lo llama “hombre rico” y discípulo de Jesús.
2. Su riqueza no era impedimento para seguir a Cristo; al contrario, usó su posición para pedir el cuerpo del Señor y sepultarlo con dignidad.
3. Proveyó su propia tumba, cumpliendo sin saberlo la profecía de Isaías 53:9: “con los ricos fue en su muerte.”
Cornelio.
1. Centurión romano de Hechos 10, piadoso, generoso, temeroso de Dios.
2. Tenía posición y autoridad, pero también prosperidad espiritual: oraba, daba limosnas y tenía buena fama entre los judíos.
3. Fue el primer gentil en recibir el Espíritu Santo, y su casa fue puerta de entrada del Evangelio a las naciones.
Lidia.
1. Mujer empresaria, vendedora de púrpura en Hechos 16:14-15, de gran influencia en la ciudad de Filipos.
2. Su corazón fue abierto por el Señor para recibir el mensaje de Pablo.
3. Usó su casa para fundar una iglesia, lo que la convierte en prospera anfitriona del Reino.
4. Es un ejemplo de una mujer de negocios con fe activa, cuya influencia excedió su riqueza material.
Filemón.
1. A Filemón se le dedica una epístola entera. Era un creyente con recursos, cuya casa también funcionaba como iglesia (Filemón 1:2).
2. Pablo lo elogia por su amor, fe y generosidad con los santos (v. 5-7).
3. Su influencia financiera y espiritual se unían para refrescar el corazón de los creyentes.
Bernabé.
1. Hechos 4:36-37 muestra a Bernabé vendiendo una heredad y trayendo el dinero a los pies de los apóstoles.
2. Era un levita de Chipre, conocido como “hijo de consolación”, generoso y comprometido con la expansión del Reino.
3. Su vida refleja la prosperidad del alma: liberalidad, fe, liderazgo, servicio y consolación.
Conclusión Final: Una Prosperidad Trascendente. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, los hombres prósperos son aquellos que saben que todo proviene de Dios y lo usan para glorificarlo.
Algunos tuvieron plata, oro y tierras. Otros, casas que se convirtieron en iglesias.
Otros más, influencia espiritual, hijos piadosos, o el favor del Espíritu Santo.
La verdadera prosperidad no es la acumulación, sino la administración fiel, la dependencia de Dios y la capacidad de bendecir a otros con lo recibido.
Como dijo el apóstol Juan: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.” (3ª Juan 1:2).
La prosperidad que perdura es la que empieza en el alma y fluye hacia todo lo demás.
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