El «evangelio» de la Prosperidad

La mayordomía bíblica es un concepto fundamental que se encuentra en toda la Escritura y que abarca nuestra responsabilidad de administrar todo lo que Dios nos ha confiado, incluidas nuestras finanzas.

La mayordomía en el ámbito financiero implica una comprensión profunda de que todos los recursos que poseemos pertenecen a Dios y que nosotros somos solo administradores de esos recursos.

El primer principio fundamental de la mayordomía bíblica es el reconocimiento de que Dios es el dueño de todo. Salmo 24:1 declara: «Del Señor es la tierra y su plenitud, el mundo y los que en él habitan«. Esto significa que nuestras posesiones materiales y financieras no son realmente nuestras; son de Dios, y nosotros tenemos la responsabilidad de administrarlas de manera que le honren.

La Biblia enseña que el trabajo es un medio legítimo por el cual Dios provee para nuestras necesidades. Colosenses 3:23-24 nos recuerda: «Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís«. Este versículo enfatiza que nuestro trabajo debe hacerse con diligencia y como un acto de adoración a Dios.

Un principio clave de la mayordomía financiera es aprender a estar contentos con lo que tenemos y vivir una vida de gratitud. Filipenses 4:11-13 dice: «No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece«.

La verdadera riqueza no se mide por la cantidad de posesiones materiales, sino por nuestra relación con Cristo y nuestra capacidad de ser agradecidos en toda circunstancia.

La generosidad es un aspecto central de la mayordomía bíblica. Proverbios 11:24-25 dice: «Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza. El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado«.

La generosidad refleja el carácter de Dios y nos libera de la avaricia y el materialismo. Dios nos bendice para que podamos ser una bendición para otros.

La Biblia nos advierte sobre los peligros de la deuda. Proverbios 22:7 dice: «El rico se enseñorea de los pobres, y el que toma prestado es siervo del que presta«. Mientras que no toda deuda es necesariamente mala, vivir por encima de nuestras posibilidades y acumular deudas innecesarias puede llevarnos a la esclavitud financiera y alejarnos de la libertad que Dios desea para nosotros.

La planificación financiera y la administración prudente son principios bíblicos importantes. Proverbios 21:5 nos dice: «Los pensamientos de los diligentes ciertamente tienden a la abundancia; mas todo el que se apresura alocadamente, de cierto va a la pobreza«. Este versículo nos enseña la importancia de ser intencionales y cuidadosos con nuestras decisiones financieras, planificando sabiamente para el futuro.

La idea de que el Evangelio garantiza riqueza material y monetaria, conocida como el «evangelio» de la prosperidad, distorsiona el verdadero mensaje de la Escritura. Jesús no vino para hacernos ricos en términos materiales, sino para ofrecernos riquezas espirituales.

Efesios 1:3 dice: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo«. Las verdaderas bendiciones del Evangelio son espirituales, no materiales.

Jesús vino a salvarnos del pecado y a restaurar nuestra relación con Dios, preparándonos para enfrentar sufrimientos en esta vida con la promesa de una gloria eterna.

Romanos 8:18 nos recuerda: «Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse«. Nuestro enfoque debe estar en las cosas eternas, no en las temporales.

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La mayordomía bíblica en el área de las finanzas nos llama a vivir de una manera que refleje la sabiduría, la generosidad y el carácter de Dios. Al administrar nuestros recursos con fidelidad y gratitud, honramos a Dios y nos preparamos para la eternidad.

Nuestro objetivo final no es acumular riquezas terrenales, sino ser ricos en buenas obras, generosos y dispuestos a compartir, poniendo nuestra esperanza en Dios, quien nos provee de todo en abundancia para que lo disfrutemos (1ª Timoteo 6:17-19).

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