«El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad.» Eclesiastés 5:10 (RVR1960)
El versículo comienza advirtiéndonos sobre «el que ama el dinero«. La palabra hebrea utilizada para «ama» es «אָהַב» (ahav), que significa un amor profundo o un apego fuerte. En el contexto financiero, este término nos recuerda que nuestro afecto no debe centrarse en las riquezas materiales.
Como siervos de Cristo, nuestro amor y devoción deben estar dirigidos hacia Él, quien es la fuente de todas las verdaderas riquezas. Colosenses 3:2 nos exhorta: «Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra«. Este principio destaca que la prioridad en la mayordomía financiera no debe ser acumular bienes terrenales, sino buscar primero el reino de Dios.
La frase «no se saciará de dinero» emplea la palabra hebrea «שָׂבַע» (sava), que significa «estar lleno» o «satisfecho». Aquí se nos revela que el dinero, al ser un recurso temporal y efímero, no puede llenar las necesidades profundas del corazón humano.
Como administradores del Señor, debemos reconocer que ninguna cantidad de dinero puede sustituir la paz y la satisfacción que solo Cristo puede ofrecer. Proverbios 23:4-5 también apoya esta verdad, indicando que las riquezas son transitorias y no deben ser nuestra meta final: «No te fatigues en adquirir riquezas; déjalo ya de tu inteligencia. ¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo ningunas? Porque se harán alas, como alas de águila, y volarán al cielo.»
El término «el mucho tener» es una referencia directa al deseo insaciable de acumular bienes materiales. En hebreo, «רָבוֹת» (ravot) significa «abundancia» o «acumulación excesiva». Este concepto refleja un principio clave en la mayordomía: la acumulación por el simple hecho de poseer no produce frutos espirituales ni bendiciones eternas.
Como ministros del Señor, nuestro enfoque debería ser utilizar los recursos que Dios nos ha confiado para Su gloria y el avance de Su reino, no para nuestro enriquecimiento personal.
«Vanidad«, o «הֶבֶל» (hebel) en hebreo, es un término que significa «vapor» o «algo que se desvanece rápidamente». Esto nos enseña que los bienes materiales, por muy abundantes que sean, son temporales y sin valor eterno.
Como esclavos (voluntarios) de Cristo, debemos vivir con la conciencia de que todo lo que poseemos pertenece al Señor y será utilizado para Sus propósitos y no los nuestros. En Mateo 6:19-20, Jesús nos instruye a no acumular tesoros en la tierra, sino en el cielo, donde están seguros y donde nuestras acciones pueden tener un impacto eterno.
Un ejemplo práctico de este principio podría ser cómo administramos nuestro presupuesto mensual.
Un buen administrador no solo se enfoca en cubrir sus necesidades y deseos personales, sino que también busca maneras de invertir en el reino de Dios, como en la obra misionera, la ayuda a los necesitados, o el apoyo a la iglesia local.
De esta manera, estamos mostrando que nuestras finanzas son un medio para servir al Señor, no para satisfacer nuestras ambiciones egoístas.
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En resumen, estos principios de la Escritura nos exhortan a manejar nuestras finanzas de una manera que honre a Dios, reconociendo que todo lo que tenemos proviene de Él y debe ser usado para Sus propósitos.
Al aplicar estos principios en nuestra vida diaria, como mayordomos fieles, podemos vivir con la certeza de que nuestras acciones tienen un valor eterno, y no caer en la trampa de la vanidad y el amor por el dinero.
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