El Sati

En la antigüedad, y en ciertos países, existieron prácticas profundamente inhumanas que reflejaban la influencia del pecado y la oscuridad espiritual. Una de estas fue el sati, una tradición arraigada en la India, donde se esperaba que una viuda fuera quemada viva junto al cuerpo de su esposo como un supuesto acto de “devoción”.

Esa práctica, promovida por creencias paganas y demoníacas, degradaba la dignidad humana y sometía a las mujeres a una opresión cruel. Lejos de ser un acto de amor o sacrificio, el sati era una manifestación de la esclavitud espiritual que reinaba donde no había conocimiento de la verdad de Dios.

Con la llegada del Cristianismo, la luz del Evangelio comenzó a iluminar estas tinieblas. Al proclamar que todos los seres humanos son creados a imagen de Dios y tienen un valor intrínseco, el mensaje de Cristo desenmascaró la crueldad de estas prácticas y ofreció una alternativa basada en la gracia, la justicia y la misericordia.

Misioneros cristianos, impulsados por el amor de Cristo, no solo predicaron el Evangelio, sino que también lucharon activamente contra estas tradiciones inhumanas. Por ejemplo, en la India, figuras como William Carey trabajaron incansablemente para abolir el sati, mostrando que la verdadera devoción a Dios no se expresa en muerte y destrucción, sino en vida y amor.

Alabado sea Dios, porque el cristianismo, al exaltar la supremacía de Jesucristo y la verdad de Su Palabra, trajo un cambio radical. Donde antes las prácticas demoníacas eran vistas como normales, el señorío de Cristo estableció la justicia y la misericordia.

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Estas reformas no fueron solo sociales, sino profundamente espirituales, testificando que Cristo Jesús tiene el poder de transformar corazones, comunidades y naciones enteras.

Su luz disipa toda oscuridad, y Su verdad hace libres a quienes se someten a Su voluntad.

Hoy damos gracias porque, por la obra de Cristo y la acción de Sus siervos, muchas de estas atrocidades han sido erradicadas, testificando que el Reino de Dios avanza y que Su justicia prevalece sobre las obras del mal.

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